Acontecidos los 150 años tras la
publicación de “El origen de las especies”, la llama del debate sobre aquellas
cuestiones dependientes de la biología evolutiva todavía se mantiene encendida.
Comentábamos el otro día que, en el pasado de este planeta, varias especies
humanas convivieron a la vez. Unas, superaron con éxito la prueba de la
existencia; otras, sin embargo, desaparecieron de la faz de la Tierra engullidas
por la noche de los tiempos. Eso hecho, que hoy parece irrefutable, parece que
volverá a repetirse en un futuro no muy lejano.
Y es que una vez descifrado el
genoma humano, siendo capaces ya de leer la información albergada en nuestros
genes, no parece imposible que podamos atrevernos también a escribir modificando
este código, añadiendo todos los fragmentos que nos parezcan oportunos. De
hecho, éste experimento ya se ha llevado a cabo, diseñando por ejemplo
bacterias sintéticas, microorganismos artificiales.
Hace poco tiempo escuché una
entrevista con Juan Enríquez, antiguo socio del controvertido Craig Venter en
la empresa Synthetic Genomics, quien
ya en el 2009 vaticinaba la llegada del Homo
evolutis, un posible sustituto del actual Homo sapiens en este planeta y, por qué no, en otros de esta misma
galaxia. Para esta visionaria personalidad científica y exitoso hombre de negocios,
el ser humano se estaría ya moviendo al margen de las restricciones de la
evolución darwiniana. Al contar con
la capacidad de modificar nuestro entorno a conveniencia, para bien y para mal
estamos dirigiendo el camino evolutivo de otros series vivos que hasta ahora
compartían con nosotros este mundo, léanse virus, bacterias, plantas, e incluso
animales. El siguiente paso no resulta difícil de adivinar.
Los cambios y
avances en la reproducción humana, por poner un ejemplo, hace tiempo que
provocaron modificaciones en las normas éticas que parecían inmóviles en
nuestra sociedad hasta hace tan solo unas pocas décadas. La clonación celular,
reproductiva y terapéutica, comenzará a abrir las puertas a campos de conocimiento
hasta ahora solamente imaginables. Y las nuevas necesidades generarán nuevos
derechos. Y nuevos sistemas económicos.
Pero en el campo de la bioética, no
todo se reduce a mirar con esperanza y a la vez con temor al futuro. El psicólogo
e investigador holandés Frans de Waal acaba de destapar una vez más la caja de
los truenos con la publicación de su nuevo libro, “El bonobo y el ateo”, en el
que trata de sentar las bases del comportamiento moral de la socialización
humana habiendo rastreado previamente las mismas en nuestros parientes más
cercanos, los primates no humanos. La bomba ha estallado: la moral humana no
debería buscarse en las religiones y filosofías antiguas, sino en el
comportamiento de los primates, que toman las decisiones necesarias sobre jerarquía
y comportamiento capaces de asegurar su superviviencia sin otro tipo de
imposiciones de las creencias.
Para De Waal esto es válido incluso para
nuestros humanos prehistóricos antecesores. Me pregunta Aloysius si lo será
también para los venideros Homo evolutis.
Y yo me callo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario