Revolviendo en la colección de
curiosidades que atesora bajo llave el desconfiado Aloysius, me topé con un
viejo video en blanco y negro, el protagonizado en 1964 por Petula Clark, en el
que interpreta su popular canción encumbrada a los primeros puestos de las
listas de éxitos de Gran Bretaña y Estados Unidos. Cuando los problemas te
agobien, todo lo bueno estará esperando por ti, en el moderno centro de la
ciudad, en el downtown: sus luces son
allí más brillantes, y podrás bailar con ellas al ritmo de la bossa nova… Un paisaje urbano armonioso,
feliz, ideal…
Jugando con las palabras, divertimento al que es tan aficionado nuestro
incondicional amigo, una noche soñó con una maravillosa ciudad en la que todos
sus habitantes tenían el síndrome de Down, un trastorno genético causado por la
presencia de una copia extra en el cromosoma 21.
El 15 de julio de 2008, en el
blog Medycine, especializado en el
estudio de las películas desde el punto de vista médico, veía la luz un
comentario sobre “León y Olvido” (Xavier Bermúdez, 2004), film acaparador de múltiples
y sonados galardones. Centrado en la historia de dos hermanos, uno de los
cuales, León, se enfrenta a la vida desde esa peculiar atalaya que supone tener
un síndrome de Down, tiene como protagonista al actor novel Guillem Jiménez,
que cosechó por este papel la alabanza unánime de la crítica. Además, esta película
contaba también con Marta Larralde, la inolvidable Olvido, la tenaz luchadora
hermana del protagonista, y con la banda sonora obra del polifacético músico y
compositor ourensano, Coché Villanueva. Aprovechando la circunstancia, el artículo
del blog medycinético repasaba otra
serie de películas cuyos argumentos giran en torno de tan particular patología.
En diferentes ocasiones, hemos podido disfrutar de una gratísima experiencia
personal al compartir diferentes facetas la vida de tantas personas con síndrome
de Down, con sus familiares, amigos y educadores, con la asociaciones
encargadas de su promoción social y de su inserción laboral. Siempre ha habido
alguno que nos ha sorprendido por su simpatía, sus excepcionales cualidades
deportivas y su enorme humanidad.
Hace tan solo unos días, los
medios de comunicación se hacían eco de una desafortunada noticia: al parecer,
algunos establecimientos de una cadena hotelera habrían rechazado en sus
instalaciones el alojamiento de personas con síndrome de Down, alegando que con
su algarabía podrían molestar a otros huéspedes de vacaciones. A las pocas
horas, los máximos responsables de la empresa publicaron una nota de prensa
desmintiendo tal información. Los chicos y chicas con síndrome de Down que
participaron en el programa de televisión “Con una sonrisa”, donde demostraban
su adaptación y profesionalidad al desempeñar diferentes puestos dentro de la
plantilla de un hotel, lideran una campaña en las redes sociales para que la
cadena hotelera en cuestión contrate a trabajadores afectados por este síndrome,
un paso más hacia su justa y completa integración social.
Porque Down es solo
un apellido, el del médico británico que describió por primera vez los rasgos
de tan singular patología, y “Downtown”,
el título de aquella canción de Petula Clark, y los hechos son siempre más que
palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario