Mientras repasaba con Aloysius
la historia reciente de la antigua Yugoslavia, tratando de entender cómo determinadas
desigualdades económicas y sociales influyen en la desintegración de las
naciones, cayó en mis manos el último ejemplar de “Diario Médico”.
Centré mi
atención en un artículo que chequea la actual sanidad autonómica española,
realizado a partir de datos correspondientes a 2011, los últimos disponibles
aportados por nuestro Ministerio de Sanidad. Según dicha información, la
esperanza de vida al nacer disminuyó en nuestro país ligeramente respecto al año
anterior. Disculpen mi insistencia, pero las cifras y porcentajes corresponden
a 2011, no a 2013. Así está reflejado, descartando la supuesta influencia de ciertos
factores a los que algunos políticos, interesadamente, imputan ese ligerísimo
descenso del parámetro (de 82.22 a 82.1 años) Curiosamente, corresponde a
Madrid la mayor esperanza de vida, 83.6 años de media, mientras la peor se sitúa
en Andalucía, con una media de apenas 80.7 años.
Y empleamos “apenas” porque
comparando con las estadísticas del Banco Mundial nos preocupamos por los 47 años
de Afganistán y los 50 del Chad, frente a los 79 de Estados Unidos, 80 de
Dinamarca, Bélgica y Finlandia, 81 años de Alemania, Austria, Portugal y
Grecia, o los 83 del longevo Japón. En Galicia, alcanzamos una esperanza de
vida media al nacer de 81.9 años, que tampoco está nada mal.
Hay quien defiende
que los padres de la Constitución Española, cuando diseñaron y consolidaron su
proyecto autonómico, no pensaron en 17 comunidades autonómicas, varias de ellas
uniprovinciales, con la duplicidad e ineficacia administrativa que este sistema
quizás representa en demasiadas ocasiones. Repasando los datos sanitarios,
contemplamos como existen diferencias indeseables, lo que en nuestra modesta
opinión podría cuestionar este modelo de gestión.
Además, así parecen
percibirlo también los ciudadanos. En 2011, un 24.7 de la población española valoraba
de forma negativa su estado de salud. En 2009, este porcentaje ascendía al 30%,
por lo que, en líneas generales, estaríamos mejorando. Pero, si nos centramos
ahora en las diferentes autonomías, el 31% de los canarios y los gallegos se
quejaba de su mal estado de salud general, frente a tan sólo el 19% de los navarros.
La evolución de otros indicadores de salud también resulta curiosa, como por
ejemplo el porcentaje de fumadores. Globalmente, en España cada vez hay menos
fumadores, apenas el 20% en Galicia frente al 27% de Madrid y Andalucía, curiosamente
las comunidades con la mayor y menor esperanza de vida.
Otro tanto ocurre con
los porcentajes de sobrepeso, en descenso a nivel nacional, pero que oscilan
entre el 34% de los madrileños, pasando por el 40% de los gallegos, hasta el
42% de los cántabros, o con el porcentaje de mujeres que refieren haberse hecho
una mamografía, 66% en Andalucía, 83.2% en Galicia y 88.7% de Navarra.
Andalucía
se lleva la cuchara de madera en varios apartados, destacando su gasto público
más bajo y su peor ratio de médicos. Galicia, junto a Aragón y Navarra despunta
en la aplicación de recursos tecnológicos sanitarios. Para finalizar, considerando
la satisfacción por la atención recibida, a nivel general los españoles se
muestran mayoritariamente satisfechos: un 87% de la atención primaria y un 83%
de la especializada. Habrá que seguir trabajando, mucho más en unir y confluir
que en separar y disentir. Disponemos de mecanismos y herramientas útiles; lo que queda es aplicarlas.
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