Sostiene Aloysius que, en mayor
o menor medida, todos tenemos bajones de azúcar, días sombríos en los que nuestro
ánimo se adelgaza tanto que cualquier brisa de mal viento se lo lleva volando
lejos, muy lejos. En esos momentos, una cálida sonrisa, una frase amable, una
canción favorita, se convierten en el azucarillo necesario para recuperar el
tono afectivo. No vamos a hablar de estos dulces desplomes.
En los diabéticos, los bajones
de azúcar se llaman hipoglucemias. Se trata del efecto adverso más frecuente en
el tratamiento de esta enfermedad. Hasta hace relativamente poco tiempo,
desconocíamos los efectos potencialmente mortales de esta adversidad. Fue
cobrando fuerza una leyenda urbana que desmitificaba la importancia de las
hipoglucemias, quizás porque la mayoría de estos incidentes tratados por los
propios pacientes eran calificados, por ellos mismos, de importancia leve. Quizás
los médicos pensábamos que sólo aquellos episodios hipoglucémicos subsidiarios
de tratamiento externo para su recuperación eran los verdaderamente importantes
y peligrosos para la salud.
En el año 2007, fueron publicados los resultados de
un amplio estudio llevado a cabo en el Reino Unido con pacientes afectados de
diabetes tipo 2, el tipo que debuta en la edad adulta y que normalmente precisa
fármacos antidiabéticos orales, pero tratados en todos aquellos casos con
insulina. El U.K. Hypoglycemia Study
Group demostró que la hipoglucemia grave en este tipo de pacientes era un
problema habitual, y que se hacía más frecuente cuanto más tiempo llevase el
paciente pinchándose con insulina. Al loro, pues, con los bajones de azúcar.
Desde los años 60, en los diabéticos
tipo I, cuya enfermedad se inicia en la infancia y que precisan desde entonces
del tratamiento con insulina, se planteó la posibilidad de que la hipoglucemia
estuviera implicada en episodios de muerte súbita. Esta circunstancia llegó a
denominarse “síndrome de muerte en la cama”.
Un estudio de autopsias realizado en Australia en 2008, reveló que la muerte súbita inesperada era 4
veces más frecuente en diabéticos tipo I que en una población comparable de no
diabéticos. A muchos de estos fallecidos la muerte les sorprendió delante de su
propia cama sin deshacer.
Investigaciones más recientes han
alertado que tratamientos de la diabetes tipo 2 demasiado agresivos pueden
resultar contraproducentes.
Incluso ha llegado a imputarse a la hipoglucemia
una incremento en la mortalidad cardiovascular de los diabéticos tipo 2
tratados con insulina. Cada vez que se produce una hipoglucemia en un ser
humano adulto, su gasto cardíaco se incrementa en gran medida, aunque sea de
manera transitoria. Si el sujeto en cuestión en un paciente mayor, diabético, y
con sus arterias coronarias afectadas, las consecuencias pueden ser muy
peligrosas.
Son muchos los trabajos que han reconocido en la actualidad a las hipoglucemias, los temibles bajones de azúcar, la categoría de nuevo factor de aterosclerosis y
riesgo cardiovascular, obligándonos a ambos, médicos y pacientes, a prestarle mucha
más atención a estos episodios para nada banales e inconsistentes.
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