Aquellos pacientes lectores de esta
colaboración periódica, seguramente recordarán la relación existente entre
ciertas sustancias químicas y diversas patologías. Resultan habituales las
advertencias sobre el incremento del riesgo de padecer cáncer de pulmón y
enfermedades cardiovasculares entre los fumadores habituales.
De las paredes de
mi consulta cuelga un póster que con frecuencia llama la atención de los que la
visitan. Con cierta incredulidad observan la lista de tóxicos que se producen durante
la combustión de un cigarrillo, y más de uno ha salido muy preocupado al
conocer que introduce cada día en sus pulmones materiales presentes, por
ejemplo, en los productos de limpieza doméstica o en el combustible de
aeronaves y coches.
Asimismo hemos dedicado un tiempo a la sensibilidad química
múltiple, una misteriosa patología que ha comenzado a describirse en estos últimos
años, de la que ya atendemos pacientes en nuestras consultas, condenados a
vivir con una máscara antigases y en un intolerable aislamiento, incluso dentro
de sus propios hogares.
Recientemente, la Sociedad Española
de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas) se ha dirigido a los máximos
responsables de la sanidad española y comunitaria alertando sobre el riesgo que
suponen para la salud diferentes tóxicos medioambientales con los que
compartimos nuestra existencia cotidiana. En general, hablan de disruptores
endocrinos, un término científico que engloba a todos las sustancias capaces de
ocasionar cambios moleculares y celulares en nuestro organismo.
Aquí se
incluyen los alquilotenoles, usuales en detergentes domésticos e industriales,
o el bisfenol A, utilizado para la fabricación de recipientes de plástico que contienen
alimentos o agua, incluso biberones infantiles, vetado por la Comunidad Europea
para consumo e importación.
También se incorporan los ftalatos, integrantes de
insecticidas, barnices, adhesivos, repelentes de insectos, lacas de uñas, cosméticos
y tintas de impresión. Un simple quitamanchas empleado para limpiar nuestras
ropas y alfombras contiene sustancias prefluoradas, que pueden acumularse en
animales y tierras de cultivo. Son frecuentes las polémicas que cada cierto
tiempo saltan a los medios de comunicación respecto a los parabenos, ingredientes
de cosméticos, productos farmacéuticos y conservantes alimentarios.
Por último,
los pesticidas organoclorados, triunfadores en valiosas batallas contra la
erradicación de insectos vectores de enfermedades y causantes de plagas agrícolas,
provocan más daños que beneficios, quedando su uso y empleo regulados por
estrictas normas en los países occidentales.
Por todo esto, no es de extrañar
que ya hay quien considera la posibilidad de tener que acudir, relativamente dentro
de poco tiempo, a una consulta especializada en medicina ambiental.
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