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18 abril 2014

MONDO TÓXICO


Aquellos pacientes lectores de esta colaboración periódica, seguramente recordarán la relación existente entre ciertas sustancias químicas y diversas patologías. Resultan habituales las advertencias sobre el incremento del riesgo de padecer cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares entre los fumadores habituales. 

De las paredes de mi consulta cuelga un póster que con frecuencia llama la atención de los que la visitan. Con cierta incredulidad observan la lista de tóxicos que se producen durante la combustión de un cigarrillo, y más de uno ha salido muy preocupado al conocer que introduce cada día en sus pulmones materiales presentes, por ejemplo, en los productos de limpieza doméstica o en el combustible de aeronaves y coches. 

Asimismo hemos dedicado un tiempo a la sensibilidad química múltiple, una misteriosa patología que ha comenzado a describirse en estos últimos años, de la que ya atendemos pacientes en nuestras consultas, condenados a vivir con una máscara antigases y en un intolerable aislamiento, incluso dentro de sus propios hogares.

Recientemente, la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas) se ha dirigido a los máximos responsables de la sanidad española y comunitaria alertando sobre el riesgo que suponen para la salud diferentes tóxicos medioambientales con los que compartimos nuestra existencia cotidiana. En general, hablan de disruptores endocrinos, un término científico que engloba a todos las sustancias capaces de ocasionar cambios moleculares y celulares en nuestro organismo. 

Aquí se incluyen los alquilotenoles, usuales en detergentes domésticos e industriales, o el bisfenol A, utilizado para la fabricación de recipientes de plástico que contienen alimentos o agua, incluso biberones infantiles, vetado por la Comunidad Europea para consumo e importación. 

También se incorporan los ftalatos, integrantes de insecticidas, barnices, adhesivos, repelentes de insectos, lacas de uñas, cosméticos y tintas de impresión. Un simple quitamanchas empleado para limpiar nuestras ropas y alfombras contiene sustancias prefluoradas, que pueden acumularse en animales y tierras de cultivo. Son frecuentes las polémicas que cada cierto tiempo saltan a los medios de comunicación respecto a los parabenos, ingredientes de cosméticos, productos farmacéuticos y conservantes alimentarios. 

Por último, los pesticidas organoclorados, triunfadores en valiosas batallas contra la erradicación de insectos vectores de enfermedades y causantes de plagas agrícolas, provocan más daños que beneficios, quedando su uso y empleo regulados por estrictas normas en los países occidentales.


Por todo esto, no es de extrañar que ya hay quien considera la posibilidad de tener que acudir, relativamente dentro de poco tiempo, a una consulta especializada en medicina ambiental.

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