Algunos libros que coleccionan
palabras clasifican en su apartado de sinónimos dos vocablos, compasión y
solidaridad, que en mi humilde opinión albergan connotaciones un tanto
diferentes. La primera, compasión, invoca un sentimiento de lástima hacia
aquellos que sufren calamidades y desgracias. La segunda, solidaridad, santo y
seña para diferentes movimientos políticos y sociales, significa la adhesión
temporal a las causas de los otros. Para ser solidarios y compasivos, hace
falta saber colocarse en el lugar del otro. Cuando tal identificación se hace
con un prójimo que sufre o pena, la solidaridad se transforma en compasión.
Sostiene Aloysius que estas
disquisiciones se hacen necesarias a la hora de disertar sobre las personas
enfermas, las que por una limitación o padecimiento determinado, se encuentran
con dificultades para garantizar su propio cuidado. Y en estas circunstancias,
si se nos permite ser maquiavélicos, o más bien pragmáticos, todo vale con tal
de facilitar la existencia de éstos nuestros semejantes.
Es entonces cuando la figura del
cuidador, sea o no profesional, realice sus tareas a cambio de un salario o por
el más puro altruismo, adquiere una significación fundamental. Cuidadores son
los trabajadores de la salud, pero también los familiares o allegados de las
personas que los necesitan, padres, hijos, esposos, parejas, hermanos, amigos…
Los primeros han sido escogidos por la sociedad gracias a su formación y
experiencia. Los segundos, hipotecan muchas veces tantas energías y esfuerzos
que incluso llegan a relegar a un segundo plano su propio cuidado.
En una provincia como la
nuestra, con una pirámide poblacional completamente invertida, con una
esperanza de vida todavía entre las más extensas del mundo, no resulta extraño
encontrarnos con cuidadores que, bien por su edad, bien por sus limitaciones físicas,
cada día tienen que atender a un ser querido, también en la soledad de sus
hogares. En España existen más de 2 millones de personas discapacitadas que
cotidianamente necesitan la imprescindible ayuda de un cuidador.
Cuando analizamos el papel
social de la denominada industria farmacéutica, con frecuencia nos topamos con
opiniones encontradas. Sin embargo, en estos días he tenido la oportunidad de
conocer una iniciativa puesta en marcha desde ese ámbito particular, destinada
a reivindicar y apoyar activamente la figura de los cuidadores no profesionales,
impulsando en las redes sociales el Día del Cuidador, con la intención de que
no sea solamente un día más para reivindicar en un calendario de eventos quizás
ya demasiado repleto.
En colaboración con la Sociedad Española de Geriatría y
Gerontología, han elaborado el Manual del Cuidador no Profesional, con consejos
sobre el cómo cuidar y el cómo cuidarse.
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