Es justo reconocer que debemos
la inspiración de estas líneas a la Doctora María Martinón Torres y a sus
investigaciones en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución
Humana. Tras haberla escuchado en una reciente visita a Ourense, llevamos unas
semanas enfrascados en la lectura de varios textos científicos y morales. Uno
de ellos es de Franz de Waal, uno de los etólogos y primatólogos actuales más
eminentes.
El profesor de Waal enseña psicología en la Universidad de Emory, en
Atlanta (Estados Unidos), ciudad en la que también dirige el Living Links
Center perteneciente al Yerkes Primate Center. Su especialidad son los bonobos
(Pan paniscus), durante mucho tiempo
también conocidos como chimpancés enanos. El estudio de su ADN demuestra su
separación de la línea evolutiva de los chimpancés hace apenas 1 millón de años,
aunque compartan con ellos y con nosotros, Homo
sapiens sapiens o primates humanos, alrededor del 98% del mismo.
Los
bonobos son antropoides amables. Se constituyen en sociedades matriarcales e
igualitarias. Sostiene Aloysius que son monos hippies, pues suelen solucionar sus conflictos pacíficamente, ya
saben, aquel eslogan de “haz el amor y no la guerra”. Son características
propias de los bonobos el altruismo, la compasión, la empatía, la amabilidad,
la paciencia y la sensibilidad. Por lo tanto, desconocemos por qué los
guionistas de “El origen del planeta de los simios” (Rupert Wyatt, 2011) y de “El
amanecer del planeta de los simios” (Matt Reeves, 2014) eligieron precisamente
a un bonobo para encarnar al malvado Koba, mientras dotaron de los sentimientos
más humanos al chimpancé César, el simio protagonista de ambas películas.
Los
chimpancés se erigen en sociedades piramidales, en cuya cima se sitúa el macho
alfa, que no duda en combatir y someter a sus propios hijos para asegurarse la
primacía sobre sus súbditos. En cierta manera, nos recuerda al dios Saturno de
la mitología romana, que obtuvo el poder a cambio de comprometerse a no
engendrar hijos.
Hablando de primates humanos y genes, otro libro en el que nos
enfrascamos se titula “Neardenthal Man”, obra de otro brillante investigador,
Svante Pääbo, biólogo sueco especializado en genética evolutiva, que se doctoró
en la Universidad de Upsala, la más antigua de Escandinavia. Hace un tiempo
visitamos la Facultad de Medicina de esta hermosa y apacible ciudad sueca.
Paseamos por los jardines de Linneo, así llamados en honor del padre de la
moderna clasificación taxonómica de los seres vivos.
El Doctor Päävo dirige el
Departamento de Genética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en
Leipzig (Alemania). Famoso por sus descubrimiento del gen FOXP2, esencial para
el desarrollo del lenguaje humano, su equipo investigador publicó en 2010 el
primer borrador del genoma del hombre de Neardenthal, hoy extinto, pero que en
su día cohabitó y mezcló su sangre con nuestros antepasados más directos.
Hace
370000 años, las líneas ancestrales de neardenthales y hombres modernos se
separaron para evolucionar distintamente. Por último, un estudio de la
Universidad de Leicester (Gran Bretaña) ha desvelado que el 64% de los europeos
somos descendientes de tres linajes que vivieron en Europa durante la Edad de
Bronce. Gracias, pues, a la Doctora Martinón Torres, y tal y como reza el lema
de la Universidad de Upsala, alcancemos la verdad a través de la misericordia y
la naturaleza.
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