Mucho ha llovido desde 1978,
cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente
erradicada la viruela en el mundo. Durante ese mismo año se creó en España la
especialidad de Medicina de Familia. En nuestro país, para poder ser médico de
familia, es necesario aprobar el examen MIR y completar una formación
específica durante 4 largos años.
En estos días, me hago eco de una noticia
publicada por mi compañero, el Dr. Vicente Matas, en un medio de comunicación
especializado, “Redacción Médica”. Vicente es el vocal nacional de Atención
Primaria Urbana de la Organización Médica Colegial (OMC). El Dr. Matas
celebraba que 1654 compañeros habían escogido Medicina de Familia entre los
8554 que eligieron especialidad y destino el pasado día 28 de abril. Este año
no han quedado vacantes disponibles de esta especialidad. El año pasado sí,
108. Este año, entre los 100 primeros puestos se adjudicaron 2 de Medicina de
Familia, y entre los 500 primeros 8, un dato que jamás se había producido en el
histórico de las convocatorias MIR.
Si nada cambia, dentro de 4
años, estos 1654 compañeros deberían añadirse al numeroso pero insuficiente
grupo de profesionales que trabajamos cada día como médicos de Atención
Primaria, médicos de cabecera, los más cercanos a los pacientes, a los
usuarios, como ahora algunos prefieren denominar a todos aquellos que se
acercan a nuestras consultas en busca de asistencia sanitaria. Como ocurre con
otros profesionales, la labor del médico de familia no se restringe únicamente
al centro de salud. Cada vez son más los enfermos que necesitan cuidados
médicos, de enfermería y también la atención de las trabajadoras sociales en
sus propios domicilios. La ciudad de Ourense, y toda nuestra provincia en
general, cuenta con una población cada vez más longeva y afectada por múltiples
problemas de salud.
Cuando alguien se refiere al médico de familia, lo hace
posesivamente: es mi médico. Y tiene toda la razón, pues es el profesional
facultativo más inmediato, al que se puede visitar todos los días, más de una
vez al día si hiciera falta, y que complementa su labor con otros compañeros
dedicados a prestar asistencia en los servicios de Urgencias – Emergencias, así
como también en el ámbito de la Atención Especializada y Hospitalaria. Tras dos
décadas y media de ejercicio profesional en el Sistema Público de Salud, nunca
es tarde para reivindicar, una vez más, la figura del médico de familia. Mucho
ha llovido desde 1978, pero también mucho se ha avanzado en la dilatada
trayectoria que nos ha convertido a los médicos de familia en los agentes de la
salud ciudadana.
A pesar de todo, debemos seguir alzando nuestras voces para
llamar la atención de aquellos que nos gestionan nuestro, para evitar ser
fagocitados por esa inmensa maquinaria que se llama atención hospitalaria. La
historia clínica informatizada, la prescripción electrónica, la hospitalización
a domicilio (HADO), por poner algunos ejemplos, significan importantes avances
en la atención sanitaria, pero no debemos olvidar que la inversión en Atención
primaria ha pasado, en los últimos 30 años, de un 20% a un escaso 14.8% (en
2012). Más de 213 millones de consultas ordinarias cada año se merecen más
recursos humanos y más medios económicos. Hacer oídos sordos a estas peticiones
implica fomentar la desmotivación entre los profesionales, al no apostar
decididamente por la Medicina de Familia, por la Atención Primaria.
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