A las puertas de la
Unión Europea se agolpan miles de prójimos desesperados, en una situación que no tiene
parangón desde la Segunda Guerra Mundial. El Mediterráneo de Serrat se ha
poblado de navíos desvencijados repletos de inmigrantes que intentan alcanzar
las costas italianas y griegas, mientras columnas de refugiados recorren a pie
con sus parcos enseres el largo camino que separa Siria de las fronteras de
Macedonia y Serbia, a la procura de esas tierras del norte donde supuestamente manan
leche y miel, donde los euros crecen entre los adoquines de las calles, así de
crueles son las pesadillas alimentadas por la necesidad y el hambre. Nada nuevo.
La Historia se repite. En España la conocemos bien, por desgracia, millares de
historias anónimas que se secan al sol sobre las pateras o se asfixian en los
más insólitos escondrijos, sentinas, contenedores, camiones y hasta en los
salpicaderos trucados de algunos coches.
Los conflictos
armados sobresalen entre las principales causas del éxodo masivo de las
poblaciones. En Oriente Medio se vive una situación terrible, cuyo final se nos
antoja tan improbable como lejano, una guerra donde los amigos de mis amigos
son mis enemigos, donde los enemigos de mis amigos son mis amigos. Ojalá fuera
tan solo eso, un enrevesado juego de palabras. Pero es que además de los dramas
personales y familiares, nos estamos enfrentando a una tragedia sanitaria colectiva
de magnitud insospechada. En otras ocasiones alertamos sobre el repunte de
determinadas enfermedades infecciosas en algunas latitudes, patologías que
hasta hace apenas unos años considerábamos totalmente controladas. En 2013, la
Organización Mundial para la Salud (OMS) confirmaba doce casos de poliomielitis
en Siria, un país donde el último caso declarado se remontaba a 1999. Si en un
territorio en guerra resulta difícil conseguir alimentos y agua potable,
podemos imaginarnos la odisea que supone adquirir vacunas y medicamentos.
Respecto a la polio, hay países endémicos, como Nigeria, Afganistán y Pakistán.
Entre los niños que esperan pacientes la apertura de las barreras fronterizas
en los Balcanes, también existen paquistaníes que emigran empujados por la
miseria.
Según ACNUR, la
Agencia de la ONU para los refugiados, el cólera y la desnutrición se ceban con
los menores de cinco años refugiados en los campos de Dollo Ado, en Etiopía,
hijos de aquellos que lograron escapar de los estragos bélicos en la vecina
Somalia. También hay ciudadanos eritreos y etíopes guardando turno para entrar
en Europa. Sostiene Aloysius que si la gran mayoría ha conseguido llegar hasta
los puestos fronterizos griegos y macedonios a pesar de tantas penalidades, duda
mucho que unos cuantos porrazos o unos botes de gases lacrimógenos vayan a disuadirlos de su
objetivo final. Repasemos la historia de la humanidad y obtendremos la
respuesta. Aprender de nuestro pasado nos evitará repetir los mismos errores de
siempre. Ya sabemos… errare humanum est.
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