El
calificativo espurio, como tantas otras palabras de nuestro idioma, tiene diversos
significados. De entre todas sus acepciones vamos a quedarnos con dos:
fraudulento y adulterado. Y en este caso nos preocuparemos todavía más cuando estos
adjetivos acompañen a los sustantivos fármaco o medicamento. Hace tiempo que
los medicamentos espurios traen de cabeza a las autoridades sanitarias
mundiales, y no es para menos. Si algo puede falsificarse, seguro que se
falsifica. Las medicinas no escapan de esta máxima. Este fraude reporta grandes
beneficios a quiénes lo cometen. Entre sus mayores preocupaciones, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) ha englobado bajo un mismo epígrafe a
los fármacos espurios, a los de etiquetado engañoso, a los falsificados y a los
de imitación. Al fin y al cabo, todos ellos tratan de confundir al usuario
incluyendo de manera deliberada en sus envases, etiquetas o prospectos
información fraudulenta acerca de su composición y procedencia.
El 28 de octubre de
2011 se firmó en Moscú el Convenio MEDICRIME, el “Convenio del Consejo de
Europa sobre la falsificación de productos médicos y delitos similares que
involucran amenazas a la salud pública”. Ha sido el primer intento serio para
controlar lo que en el preámbulo de este documento se calificó como un grave
problema para la salud pública ocasionado por la falsificación de productos
médicos y delitos similares. Este instrumento normativo internacional resulta
vinculante en el campo del derecho penal para perseguir y condenar este tipo de
amenazas para la salud comunitaria. En países como Estados Unidos, Canadá, la
mayor parte de la Unión Europea, Australia, Nueva Zelanda y Japón, la
incidencia de medicinas adulteradas representa apenas el 1% del mercado
farmacéutico total. Pero ¿ocurre lo mismo en la mayoría de los países
africanos, asiáticos y latinoamericanos?
En nuestro entorno la
realidad nos demuestra que cualquier internauta, cuando adquiere medicamentos
vía on-line, se estaría arriesgando a ser estafado en un 90% de las ocasiones.
Los expertos reconocen que un fármaco fraudulento puede reportar un margen de
beneficios cercano al 20000%. Para hacernos una idea, la fabricación y el
comercio de medicamentos espurios resulta 25 veces más rentable que el propio
tráfico de drogas. Los 5 centavos de dólar que cuesta un comprimido para tratar
la disfunción eréctil masculina fabricado en China o en la India, pueden
transformarse en 3 dólares en Internet. Un jugoso y tentador negocio que
reporta un beneficio del 6000%. No olvidemos que cuanto más grandes se hacen
las estafas su nombre se va haciendo más decente. ¿Cómo combatir timos tan
peligrosos como insalubres? Además del desmantelamiento de los sistemas
ilegales de producción, tarea harto difícil pues en la mayoría de las ocasiones
estas medicinas se fabrican a la sombra de economías sumergidas en países con
lagunas legales que permiten determinadas actividades industriales, y de la
lucha contra las redes de comercio delictivo en manos de intermediarios sin
escrúpulos, desde el pasado 1 de julio de 2015 se ha puesto en marcha en toda
Europa un sistema que permitirá a los ciudadanos comprar medicamentos a través
de Internet, utilizando un logotipo común europeo. Al respecto, señalar que
existen farmacias que operan por Internet que son completamente legales,
empresas constituidas para ofrecer a sus clientes una serie de ventajas
accesibles y económicas. Pero solamente pueden distribuir medicinas procedentes
de establecimientos homologados y venderlos con receta médica.
En Galicia, la
propia Consellería de Sanidade ha publicado la información correspondiente, en
el apartado de novedades dentro de su página web. De esta manera, aquellos que
deseen adquirir legalmente vía on-line medicamentos para uso humano tendrán la
certeza que lo hacen a través de una farmacia autorizada y que los fármacos
cuentan con la seguridad, calidad y eficacia necesarias.
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