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06 septiembre 2015

EL HOMBRE MÁS TRISTE DEL MUNDO. PARTE 2



El 15 de noviembre de 2005 contábamos la historia del que nos parecía el hombre más triste del mundo. Ocurrió en Tarragona. Alguien decidió suicidarse dejando abierta la espita del gas. La tremenda explosión provocó el derrumbe de su vivienda sobre el piso de abajo, donde descansaban una madre con sus tres hijos, el menor un bebé de apenas mes y medio. Toda la familia pereció en esa desgracia. Excepto el padre, porque unos instantes antes de la deflagración había salido al balcón para tomar un poco el fresco. Escribíamos entonces que la tristeza buscada es aquella que permanece para siempre, sin solución, la pesada losa que sella la tumba de los enterrados en vida, aquellos incapaces de arrebatarle siquiera una tímida sonrisa a las princesas de los cuentos. 

Con frecuencia, psicólogos y psiquiatras han de enfrentarse a una circunstancia conocida como duelo patológico. El fallecimiento de un ser querido suele sumergirnos en una tristeza pantanosa. Pero, a pesar del intenso sufrimiento inicial, el dolor irá remitiendo a medida que transcurren los meses, mientras la vida va normalizándose de nuevo. La mayoría de las personas no necesita ayuda para superar este tipo de duelo. Cuando esto no ocurre, debe recurrirse a un especialista. La Doctora Katherine Shear dirige un estudio en la Universidad de Columbia sobre esta particular forma de sufrimiento complejo. Asegura que la prevalencia es mayor en los mayores de 65 años, porque probablemente hayan tenido que enfrentarse a la pérdida de seres queridos en diversas ocasiones.

Los clásicos distinguían entre duelo crónico, aquel que dura más de un año, provocando ansiedad cuando se recuerda la pérdida, duelo retrasado o pospuesto, cuando transcurrido ya un cierto tiempo una carga emocional intensa consigue reabrir el desconsolador recuerdo, duelo exagerado, cuando la persona afectada desarrolla conductas de evitación para mitigar las penosas reminiscencias, buscando refugio en el consumo de alcohol, fármacos, drogas, incluso en el aislamiento de su entorno, y finalmente el duelo enmascarado, donde las somatizaciones físicas se convierten en la punta del iceberg de una situación que inconscientemente se mantiene irresoluta. 

Todavía conmovidos por el drama de los refugiados que huyen de Siria e Irak empujados por el odio y la muerte que se ha instalado en sus propios hogares, la imagen del pequeño sirio-kurdo Aylan Kurdi exánime sobre una playa de Turquía, allí donde mansamente las olas se confunden con la arena, se ha convertido en un sonoro aldabonazo para nuestras anestesiadas conciencias.

Se pregunta intrigado Aloysius qué tipo de duelo va a sufrir el padre de Aylan y Galid, candidato al hombre más triste del mundo, que acaba de enterrar a su esposa y a sus dos hijos en un túmulo en las convulsas tierras de Kobani.  Los expertos aseguran que el duelo prolongado es más frecuente ante muertes repentinas o violentas y cuando el fallecido es el cónyuge o un hijo. Opinen ustedes.


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