Sorpresas
te da la vida. Así reza un fragmento de “Pedro Navaja”, el éxito popularizado
por Rubén Blades a finales de los 70, inspirado a su vez en las desventuras de
un granuja de medio pelo, el Mackie
Messer de Bertold Brecht y Kurt Weill. De camino hacia Italia, pasando por
el Ronnie Scotts londinense para regresar al Café Central de Madrid, el
quinteto de Wallace Roney realizó la otra noche una breve parada y fonda en el
Café Latino de Ourense.
Un concierto pulcro, sin grandes estridencias, exceptuando los chispazos
de potencia controlada a cargo del veterano batería Lenny White, una página
viva de la historia del jazz. Entre los asistentes, Ángel Barrio "Gelo" asentía con una sonrisa de satisfacción. Al final de la actuación, 90 minutos exactos
incluyendo el bis habitual, hubo quien pensó que Roney se había esforzado lo
mínimo, dejando gran parte del protagonismo a sus jóvenes acompañantes: Ben
Solomon, el hombre tranquilo, un joven saxofonista calificado por los expertos
como una de las revoluciones en la actual escena jazzística, Rashaan Carter,
contrabajista de melena afro, efectivo y convincente, y el prometedor pianista
Anthony Wonsey, que comenzó a tocar a los 6 años de edad de la mano de su
propia madre, una pianista de música clásica.
El público, en
homenaje a la enorme estatura musical del que fuera discípulo predilecto de
Miles Davis, abarrotaba la sala, como en las grandes ocasiones. ¿Por qué toca
Wallace Roney la trompeta hacia abajo? Quizás la respuesta se encuentre en “A
Tribute to Miles”, uno de mis discos favoritos. Por un instante, en una de sus
pausas, Wallace Roney recostó su tremenda humanidad sobre la misma pared en la
que descansa una fotografía del gran Ron Carter, inmortalizado sobre aquel
mismo escenario por la cámara del buen amigo José Paz. Una mera coincidencia, ¿o no?
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