¿Recuerdan aquella
comedia de finales de los sesenta en la que dos divorciados completamente
antagónicos compartían un apartamento en Nueva York? Jack Lemmon y Walter
Matthau encarnaron a los inolvidables Felix Unger y Oscar Madison, incompatibles pero al fin
y al cabo entrañables amigos. No solamente en la ficción nos encontramos a
veces con extraños compañeros.
Sostiene Aloysius que
la polémica generada en estos últimos días respecto a la conveniencia de
celebrar unos Juegos Olímpicos en un país como Brasil, castigado especialmente por
la plaga del virus del Zika, está obligando a los investigadores del mundo
entero a explotar su ingenio al máximo en la procura de una solución. Frente a
la peligrosa asociación entre virus y mosquitos, por cierto habitantes de este
planeta desde mucho antes que nosotros los seres humanos, causa de enfermedades
y malformaciones en nuestra descendencia, una particular alianza formada por
genética y smartphones trata de
ponerle freno al avance de la patología.
El hombre está
acostumbrado a luchar contra estos insectos empleando remedios tradicionales,
instalando sencillas mosquiteras o desecando insalubres pantanos, pero también aplicando
potentes armas químicas como los insecticidas. Tecnologías emergentes en el
siglo XXI se suman ahora a la batalla. Desde hace una década se vienen
aplicando los rayos X para bombardear a los mosquitos macho, intentando que su
esperma se vuelva infértil. En este campo se han conseguido avances con otras
especies, como por ejemplo la mosca de la fruta. Los mosquitos macho así
tratados en los laboratorios son liberados más tarde en su medio natural. Al
aparearse con las hembras gestarán huevos defectuosos, lo que indefectiblemente
llevará a la merma de la población de insectos salvajes. Pero esta técnica, sin
el apoyo de otras medidas, resultará insuficiente.
Aunque les parezca ciencia
ficción, existen empresas capaces de modificar genéticamente a tan dañinos
insectos, incorporándoles genes bacterianos capaces de exterminar a colonias
enteras de mosquitos. Estos experimentos se han realizado a pequeña escala.
Tratar grandes extensiones requeriría medios económicos todavía hoy
insuficientes.
Los teléfonos inteligentes de última generación que cada día
manejamos pueden registrar los desplazamientos de sus usuarios. Este sistema es
muy eficaz para detectar precozmente focos epidémicos y predecir la aparición
de nuevos brotes. Este procedimiento ya se ha empleado para luchar contra la
malaria en África y contra el dengue en Pakistán. Aunque resulta una quimera,
me gustaría saber qué hubieran pensado de toda esta parafernalia los
entrañables Félix y Óscar disputando entre sí en aquel viejo apartamento de
Nueva York.
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