Los profesionales y
las asociaciones que se preocupan por el bienestar de las personas con
enfermedades mentales y sus familiares, como por ejemplo A.F.E.M Morea en
Ourense, en repetidas ocasiones han manifestado su disconformidad por el
tratamiento que reciben en los medios de comunicación determinados sucesos
protagonizados por unos pacientes que, si me lo permiten, continúan siendo por
desgracia socialmente incómodos, desde los casos leves hasta los más complicados.
Nos estamos refiriendo a prójimos afectados por patologías del estado de ánimo,
como depresión y trastorno bipolar, trastornos ansiosos (ansiedad y angustia,
fobias, estrés postraumático), problemas relacionados con el consumo y abuso de
sustancias, incluyendo el alcohol y otras drogas, los trastornos psicóticos y
esa amplia herida abierta todavía sin suturar representada por la atención de
los factores de riesgo psicosocial.
Hace relativamente
poco tiempo, ante la pérdida dramática de sus seres queridos, una familia
ourensana hubo de enfrentarse además a las críticas de la sociedad porque en un
innecesario juicio de valor se les acusó de abandonar a un paciente con una
supuesta demencia de Alzheimer avanzada. Los legos en la materia suelen
confundir diferentes enfermedades neurodegenerativas. En este caso, no existía
ningún antecedente de patología mental en el historial clínico del paciente y
nadie se preocupó de contrastar la información sanitaria con la familia antes
de publicar la noticia.
Ante los desgraciados
sucesos padecidos recientemente por las sociedades francesa y alemana, pudiera
dar la impresión que los actos criminales lo serían todavía más al ser
protagonizados por inmigrantes que se encontraban a tratamiento psiquiátrico. No
olvidemos que la salud y la enfermedad de millones de refugiados amontonados a
las puertas de Europa huyendo de la guerra, la miseria y el terrorismo
representan un nuevo reto para las autoridades sanitarias internacionales. Por
supuesto, las enfermedades mentales no tienen por qué ser tratadas en inferioridad
de condiciones.
Vulgarmente solemos
referirnos a las cosas de locos. Y no quedamos tan panchos. En 2014 se
publicaron los resultados de un estudio llevado a cabo en Estados Unidos. Una
de sus conclusiones más llamativas fue que los delitos cometidos por enfermos
mentales proporcionan grandes titulares en los medios de comunicación, y esta
circunstancia termina calando en la población. Resulta que en la mayoría de las
ocasiones, las personas con enfermedades mentales no son violentas ni
peligrosas. Más bien al contrario, pues existe la constancia de ser más
víctimas que verdugos. Recordemos que los nazis los consideraron indignos de
vivir; y no solamente ellos. Existen múltiples guías de estilo a disposición de
los profesionales de la información para que el abordaje de la salud mental, cuestión
de enorme trascendencia social, refleje la realidad de lo que verdaderamente
significa vivir cada día con alguna de estas enfermedades.
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