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27 abril 2017

TERESA Y MANUEL


MAR DE JÁVEA, C.1905
JOAQUIN SOROLLA Y BASTIDA (VALENCIA, 1863-CERCEDILLA, MADRID 1923)

Manuel Feijóo Cuquejo, In Memoriam

En la salud y en la enfermedad, ya sabéis, advierte el oficiante en el rito del matrimonio. En la salud no debería resultar tan difícil. O tal vez sí. Pero en la enfermedad… Conocí a Teresa hace muchos años porque necesitaba una batería. Así de sencillo. Me contó la infortunada historia de su esposo Manuel. Un accidente que en la mayoría de las ocasiones no hubiera ido más allá de unos simples hematomas, en su caso le condenó a permanecer inmóvil en una cama el resto de su vida, conservando poco más que el movimiento de sus ojos entusiastas. Así de crudo, en lo mejor de su vida.  ¿Cómo le pueden quedar ganas de sonreír con la mirada a alguien en semejante situación? Pues con muchas ganas de vivir la vida, esa existencia que comienza cada día con el sol abriéndose paso entre las tinieblas y que finaliza justo en el momento en que la vigilia cae derrotada por el sueño. El sueño de soñar. Son tantas y variadas las definiciones de sueño como las de vida. Una vida desbordante en este planeta nuestro, en forma de pájaro o de mariposa, de flores o de bacterias, un prodigio que nos afanamos en buscar incluso en los confines del espacio. De todas esas pequeñas cosas de las que Manuel intentaba disfrutar en ese pequeño universo suyo comprendido entre las paredes de su habitación. ¿Pueden unos modestos obsequios entregados en nombre del Real Madrid provocar tanta emoción? Por supuesto que sí, pero en un ser excepcionalmente hermoso, como Manuel.

Y a su lado estaba también Teresa, omnipresente. La madre de todas las enfermeras, aprendiendo a cuidar sin maestros ni libros, al pie del cañón cada día, un potente motor alimentado por ese precioso combustible llamado amor. Porque la frontera de su sacrificio cotidiano no se alcanza únicamente con cariño, misericordia o compasión, sino con amor, escrito con mayúsculas, bien grandes. Medio en serio, medio en broma, siempre le decía que en Ourense todavía falta una estatua erigida para honrar a todas esas heroínas anónimas como Teresa.

Repaso unos antiguos datos estadísticos y no puedo ocultar mi sonrisa: se espera que la población mayor de 80 años aumente su tamaño en un 66% entre 1986 y 2010. Seguro que ya hemos rebasado esas estimaciones. De largo. Y es que la mayor parte de los cuidados que precisan las personas con enfermedades crónicas y discapacidades se dispensan en el entorno familiar, no sólo en personas mayores, sino también en aquellas tantas otras todavía jóvenes como Manuel, que también existen. Las Teresas se multiplican y constituyen legiones de personas para las que el desamparo o la indiferencia de la sociedad se convierten en la mayor de las injusticias. La vida continúa, como el cauce de los ríos que desaguan en el mar. Quedan hijos y nietos para alumbrar los maternos desvelos. Me honra haber conocido a Teresa y a Manuel, gracias a una simple batería para un respirador. Porque algunos somos tan pequeños e insignificantes que anhelamos crecer al lado de tan colosales prójimos de mirada afable.


25 abril 2017

SARAMPIÓN


El fallecimiento de una joven de 17 años en el hospital Dona Estefanía de Lisboa, el primero por sarampión en décadas, hizo disparar todas las alarmas sanitarias en nuestro país vecino. Al parecer la chica no estaba vacunada contra la enfermedad, como tampoco el bebé de 13 meses que la contagió. La familia de la fallecida entendió que el padecimiento de una psoriasis contraindicaba dicha inmunización y prefirió optar por tratamientos homeopáticos. Como era de esperar, este tipo de terapia resultó inútil y las graves complicaciones respiratorias de la infección terminaron con su vida.

Al enterarme de este caso se me vino a la memoria otro desafortunado caso, el del niño de Olot de apenas 6 años que murió en el Hospital Vall d´Hebron de Barcelona a causa de un cuadro de difteria. Tampoco estaba vacunado, en este caso porque sus padres habían rechazado esta crucial medida preventiva.

Ambos son casos puntuales, meramente anecdóticos si no fuera porque han ocurrido en pleno siglo XXI, y porque además eran perfectamente evitables. En el primero de ellos, el padecimiento de psoriasis no representa una contraindicación para la vacuna del sarampión, excepto si el paciente está siendo tratado con medicamentos inmunosupresores. Además, los expertos opinan que a la temprana edad en que se administra esta vacuna (entre los 12 y 15 meses) no se diagnostican casos de psoriasis con suficiente entidad clínica. La vacuna contra el sarampión forma parte de la conocida “triple vírica”, aplicándose conjuntamente contra las paperas y la rubeola. Los movimientos antivacunas, más arraigados fuera de nuestras fronteras, promueven irresponsablemente la no vacunación de los niños, algunos todavía creyentes y defensores de las peregrinas teorías del Doctor Andrew Wakefield que relacionaban a las vacunas con el autismo.

En Galicia, según datos de la propia Consellería de Sanidade, la cobertura de la primera dosis de la triple vírica alcanza el 97.8% de los niños, superando a la media española situada en el 96.14%. Sin embargo, respecto a la dosis de refuerzo administrada a los 3 años, su cobertura desciende al 92.3%. Habrá que investigar por qué.

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La familia de la joven portuguesa prefirió la homeopatía, una terapia criticada por amplios y variados estamentos científicos y profesionales, que incluso ha provocado que la Universidad de Barcelona hay suspendido el master que allí venía impartiendo alegando “falta de evidencia científica”, en un país como España en la que nunca se ha reglamentado ni la formación ni la práctica de la homeopatía. Frente a estos planteamientos se acumulan los inapelables datos a favor de los beneficios personales y sociales de las vacunas. Insistimos una vez más que plagas devastadoras que diezmaban las poblaciones infantiles en el pasado han sido controladas gracias a las campañas de vacunación generalizadas, coronando los esfuerzos de muchos investigadores que dedicaron toda su vida a la prevención y el tratamiento de estas enfermedades infecciosas. Y me acuerdo especialmente de Jonas Salk y de su victoriosa cruzada contra la polio, todo un ejemplo a seguir.

13 abril 2017

SOBRE EL ACEITE DE PALMA


"Porque también los ojos sirven de lengua"

Uno de estos días, el melómano Aloysius me obsequió con un florilegio de versiones del famoso tema “Palmero sube a la palma”, repleto de tonadas tan hermosas y dispares como aquella de Los Sabandeños, que muchos veranos escuché hasta la saciedad a la sombra del Drago Milenario en Icod de los Vinos, el “Son del Palmero” del Mariachi Vargas de Tecalitlan, la interpretación a ritmo de cueca de la divina Violeta Parra o la marinera limeña que cantaron Los Morocuchos y que más tarde popularizó María Dolores Pradera con sus ritmos peruanos. 

No es la primera vez que nos admiramos de esos sorprendentes circuitos neuronales que conectan en nuestro cerebro sonidos con imágenes, olores y sabores. Escuchar esas canciones trajo a mi memoria la dramática llamada de auxilio de una macilenta orangutana de Borneo que intentaba entregar su famélica cría a unos humanos para que salvasen su vida. Y es que el aceite de palma que forma parte de las grasas vegetales que consumimos diariamente en infinidad de productos se obtiene a partir de las palmas aceiteras. 

El cultivo intensivo de estas plantas está provocando en Indonesia y en Malasia (productores del 85% del aceite de palma mundial) la deforestación de la selva tropical, hogar de los orangutanes al borde la extinción, asesinados y despojados de sus crías con las que posteriormente trafican los cazadores furtivos. Estas reflexiones coinciden con la reciente polémica desatada en los medios de comunicación respecto a las maldades del ácido palmítico, el ácido graso saturado más abundante en nuestra dieta, presente en las carnes (vacuno, cordero, pollo, cerdo), en diferentes derivados lácteos (mantequilla, queso, nata) y en aceites vegetales como el aceite de coco y de palma. Un litro de aceite de palma cuesta la décima parte que un litro de aceite de oliva. Entonces no resulta difícil entender que los beneficios económicos aportados a la industria alimentaria lo hacen irresistiblemente atractivo. 

El aceite de palma no solo penetra en nuestro organismo a través de la boca, sino que también se encuentra presente en cosméticos (cremas para el cutis) y productos de higiene personal (champús y suavizantes para el cabello), biocombustibles, artículos para la limpieza del hogar, velas y untuosos pintalabios. Ahora bien, diversas investigaciones han asociado el consumo de ácido palmítico con el cáncer y la aterosclerosis, peligros para nuestra salud que han hecho saltar todas las alarmas. 

Una vez más, tal y como viene ocurriendo con el hábito tabáquico desde hace años, los gobiernos volverán a sopesar riesgos y beneficios con esa balanza hipotética donde en un plato se computan los réditos generados al comercializar un determinado producto y en el contrario el gasto sanitario de las enfermedades que provoca. Y como ocurre en el caso de las bebidas edulcoradas, donde el exceso de azúcar en los refrescos es tan perjudicial como en las galletas, recordemos que la maldad del palmítico de las pizzas industriales es idéntica a la de este mismo ácido en la carne de pollo. Palmero, sube a la palma, pero no resbales con su aceite, porque te la puedes pegar.

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02 abril 2017

AUTISMO Y CINE


El domingo 2 de abril de 2017, con motivo de la celebración del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, el diligente Aloysius me hizo llegar un extenso listado con las películas que de una manera u otra se refieren a los denominados Trastornos del Espectro Autista (TEA), una condición neurológica específica que tienen determinadas personas con síntomas diferentes y que afectan fundamentalmente a su comportamiento, capacidad de comunicación y habilidades sociales; comienzan en la infancia y que duran toda la vida. 

Los expertos calculan que aproximadamente se encuentran aquejados 1 de cada 70 niños, siendo 5 veces más frecuente en los varones que en las hembras. Los pediatras insisten en la importancia de su diagnóstico precoz, pues esta circunstancia permite iniciar un programa específico de intervención precoz. 

Dentro de los TEA se incluye el síndrome de Asperger, donde el retraso en el desarrollo del lenguaje no se encuentra presente.  El protagonista de “Pastel de pera con lavanda” (Éric Besnard, 2015) tiene  síndrome de Asperger. La cinematografía suele fijarse más en las extraordinarias habilidades que algunos de estos prójimos son capaces de desarrollar más que en la realidad social y las barreras que las personas con TEA deben superar diariamente. Ya ocurría lo mismo con todo un clásico de los 80, “Rain Man” (Barry Levinson, 1988), galardonada película protagonizada por el taquillero Tom Cruise y el genial Dustin Hoffman, metido para la ocasión en la piel de un maduro hombre autista que se había pasado gran parte de su vida recluido en un centro especial.

Hollywood siente predilección por las enfermedades y las discapacidades, sobre todo si son psiquiátricas. Taquilla garantizada si además consiguen explotar adecuadamente la truculencia y la criminalidad que algunos guionistas suelen asociar (y exagerar) con respecto a estos pacientes. A pesar de ello, rompemos una lanza a favor del cine siempre que éste consiga colocar bajo sus brillantes focos cualquier patología, hasta entonces más o menos desconocida, y que de repente consigue llamar la atención de la sociedad en general. Lo comentábamos la otra tarde respecto a la proyección de “La historia de Jan” (Bernardo Moll, 2016) y el síndrome de Down y también cuando se estrenó en 2007 el documental “Invisibles”, dirigido al alimón por Isabal Coixet, Win Wenders, Fernando León de Aranoa, Mariano Barroso y Javier Corcuera, gracias al cual saltaron a la palestra la enfermedad de Chagas, la enfermedad del sueño, la violencia sexual contra las mujeres africanas o el conflicto de los desplazados por el encarnizado conflicto crónico entre la guerrilla y el gobierno de Colombia. 

Una vez más, gracias al cine, nos aproximamos a la realidad de las personas con TEA y sus familias. Todavía quedan muchas barreras que romper. Y para aquellos que sientan una mayor curiosidad sobre estas cuestiones, les recomendamos visitar el siguiente vínculo: http://medicinaycine.blogspot.com.es/2017/01/cine-y-trastornos-del-espectro-autista.html