El domingo 2
de abril de 2017, con motivo de la celebración del Día Mundial de
Concienciación sobre el Autismo, el diligente Aloysius me hizo llegar un
extenso listado con las películas que de una manera u otra se refieren a los
denominados Trastornos del Espectro Autista (TEA), una condición neurológica
específica que tienen determinadas personas con síntomas diferentes y que
afectan fundamentalmente a su comportamiento, capacidad de comunicación y
habilidades sociales; comienzan en la infancia y que duran toda la vida.
Los
expertos calculan que aproximadamente se encuentran aquejados 1 de cada 70
niños, siendo 5 veces más frecuente en los varones que en las hembras. Los
pediatras insisten en la importancia de su diagnóstico precoz, pues esta
circunstancia permite iniciar un programa específico de intervención precoz.
Dentro de los TEA se incluye el síndrome de Asperger, donde el retraso en el
desarrollo del lenguaje no se encuentra presente. El protagonista de “Pastel de pera con
lavanda” (Éric Besnard, 2015) tiene
síndrome de Asperger. La cinematografía suele fijarse más en las
extraordinarias habilidades que algunos de estos prójimos son capaces de
desarrollar más que en la realidad social y las barreras que las personas con
TEA deben superar diariamente. Ya ocurría lo mismo con todo un clásico de los
80, “Rain Man” (Barry Levinson, 1988), galardonada película protagonizada por
el taquillero Tom Cruise y el genial Dustin Hoffman, metido para la ocasión en
la piel de un maduro hombre autista que se había pasado gran parte de su vida
recluido en un centro especial.
Hollywood siente
predilección por las enfermedades y las discapacidades, sobre todo si son
psiquiátricas. Taquilla garantizada si además consiguen explotar adecuadamente
la truculencia y la criminalidad que algunos guionistas suelen asociar (y
exagerar) con respecto a estos pacientes. A pesar de ello, rompemos una lanza a
favor del cine siempre que éste consiga colocar bajo sus brillantes focos
cualquier patología, hasta entonces más o menos desconocida, y que de repente
consigue llamar la atención de la sociedad en general. Lo comentábamos la otra
tarde respecto a la proyección de “La historia de Jan” (Bernardo Moll, 2016) y
el síndrome de Down y también cuando se estrenó en 2007 el documental “Invisibles”,
dirigido al alimón por Isabal Coixet, Win Wenders, Fernando León de Aranoa,
Mariano Barroso y Javier Corcuera, gracias al cual saltaron a la palestra la
enfermedad de Chagas, la enfermedad del sueño, la violencia sexual contra las
mujeres africanas o el conflicto de los desplazados por el encarnizado conflicto
crónico entre la guerrilla y el gobierno de Colombia.
Una vez más, gracias al
cine, nos aproximamos a la realidad de las personas con TEA y sus familias.
Todavía quedan muchas barreras que romper. Y para aquellos que sientan una
mayor curiosidad sobre estas cuestiones, les recomendamos visitar el siguiente
vínculo: http://medicinaycine.blogspot.com.es/2017/01/cine-y-trastornos-del-espectro-autista.html
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