"Porque también los ojos sirven de lengua"
No es la primera vez que nos admiramos
de esos sorprendentes circuitos neuronales que conectan en nuestro cerebro
sonidos con imágenes, olores y sabores. Escuchar esas canciones trajo a mi
memoria la dramática llamada de auxilio de una macilenta orangutana de Borneo
que intentaba entregar su famélica cría a unos humanos para que salvasen su vida.
Y es que el aceite de palma que forma parte de las grasas vegetales que
consumimos diariamente en infinidad de productos se obtiene a partir de las
palmas aceiteras.
El cultivo intensivo de estas plantas está provocando en
Indonesia y en Malasia (productores del 85% del aceite de palma mundial) la
deforestación de la selva tropical, hogar de los orangutanes al borde la
extinción, asesinados y despojados de sus crías con las que posteriormente
trafican los cazadores furtivos. Estas reflexiones coinciden con la reciente polémica
desatada en los medios de comunicación respecto a las maldades del ácido
palmítico, el ácido graso saturado más abundante en nuestra dieta, presente en
las carnes (vacuno, cordero, pollo, cerdo), en diferentes derivados lácteos
(mantequilla, queso, nata) y en aceites vegetales como el aceite de coco y de
palma. Un litro de aceite de palma cuesta la décima parte que un litro de
aceite de oliva. Entonces no resulta difícil entender que los beneficios
económicos aportados a la industria alimentaria lo hacen irresistiblemente
atractivo.
El aceite de palma no solo penetra en nuestro organismo a través de
la boca, sino que también se encuentra presente en cosméticos (cremas para el
cutis) y productos de higiene personal (champús y suavizantes para el cabello),
biocombustibles, artículos para la limpieza del hogar, velas y untuosos pintalabios.
Ahora bien, diversas investigaciones han asociado el consumo de ácido palmítico
con el cáncer y la aterosclerosis, peligros para nuestra salud que han hecho
saltar todas las alarmas.
Una vez más, tal y como viene ocurriendo con el hábito tabáquico
desde hace años, los gobiernos volverán a sopesar riesgos y beneficios con esa balanza
hipotética donde en un plato se computan los réditos generados al comercializar
un determinado producto y en el contrario el gasto sanitario de las
enfermedades que provoca. Y como ocurre en el caso de las bebidas edulcoradas,
donde el exceso de azúcar en los refrescos es tan perjudicial como en las
galletas, recordemos que la maldad del palmítico de las pizzas industriales es
idéntica a la de este mismo ácido en la carne de pollo. Palmero, sube a la
palma, pero no resbales con su aceite, porque te la puedes pegar.
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