El fallecimiento de una joven de 17 años en el hospital
Dona Estefanía de Lisboa, el primero por sarampión en décadas, hizo disparar
todas las alarmas sanitarias en nuestro país vecino. Al parecer la chica no
estaba vacunada contra la enfermedad, como tampoco el bebé de 13 meses que la
contagió. La familia de la fallecida entendió que el padecimiento de una
psoriasis contraindicaba dicha inmunización y prefirió optar por tratamientos
homeopáticos. Como era de esperar, este tipo de terapia resultó inútil y las
graves complicaciones respiratorias de la infección terminaron con su vida.
Al enterarme de este caso se me vino a la memoria otro
desafortunado caso, el del niño de Olot de apenas 6 años que murió en el
Hospital Vall d´Hebron de Barcelona a causa de un cuadro de difteria. Tampoco
estaba vacunado, en este caso porque sus padres habían rechazado esta crucial
medida preventiva.
Ambos son casos puntuales, meramente anecdóticos si no
fuera porque han ocurrido en pleno siglo XXI, y porque además eran
perfectamente evitables. En el primero de ellos, el padecimiento de psoriasis
no representa una contraindicación para la vacuna del sarampión, excepto si el
paciente está siendo tratado con medicamentos inmunosupresores. Además, los
expertos opinan que a la temprana edad en que se administra esta vacuna (entre
los 12 y 15 meses) no se diagnostican casos de psoriasis con suficiente entidad
clínica. La vacuna contra el sarampión forma parte de la conocida “triple
vírica”, aplicándose conjuntamente contra las paperas y la rubeola. Los
movimientos antivacunas, más arraigados fuera de nuestras fronteras, promueven
irresponsablemente la no vacunación de los niños, algunos todavía creyentes y
defensores de las peregrinas teorías del Doctor Andrew Wakefield que
relacionaban a las vacunas con el autismo.
En Galicia, según datos de la propia Consellería de
Sanidade, la cobertura de la primera dosis de la triple vírica alcanza el 97.8%
de los niños, superando a la media española situada en el 96.14%. Sin embargo,
respecto a la dosis de refuerzo administrada a los 3 años, su cobertura
desciende al 92.3%. Habrá que investigar por qué.
La familia de la joven portuguesa prefirió la homeopatía,
una terapia criticada por amplios y variados estamentos científicos y
profesionales, que incluso ha provocado que la Universidad de Barcelona hay
suspendido el master que allí venía impartiendo alegando “falta de evidencia
científica”, en un país como España en la que nunca se ha reglamentado ni la
formación ni la práctica de la homeopatía. Frente a estos planteamientos se
acumulan los inapelables datos a favor de los beneficios personales y sociales
de las vacunas. Insistimos una vez más que plagas devastadoras que diezmaban
las poblaciones infantiles en el pasado han sido controladas gracias a las
campañas de vacunación generalizadas, coronando los esfuerzos de muchos
investigadores que dedicaron toda su vida a la prevención y el tratamiento de
estas enfermedades infecciosas. Y me acuerdo especialmente de Jonas Salk y de
su victoriosa cruzada contra la polio, todo un ejemplo a seguir.
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