¿Podrían heredarse la
bondad, el miedo, la inteligencia o el machismo? Sin que a priori nosotros vayamos
a defender ni que sí ni que no, lo cierto es que diversos investigadores
procedentes de ramas científicas bien distintas han propuesto sus conclusiones
particulares al respecto.
Francisco Mora, Catedrático de Fisiología Humana de
la Universidad Complutense de Madrid y catedrático adscrito de Fisiología
Molecular y Biofísica de la Universidad de Iowa (Estados Unidos), a propósito de
la epigenética, defiende que el miedo puede ser hereditario. Todo lo que
hacemos (fumar, beber alcohol, comer o practicar deporte, por ejemplo) deja una
huella química en nuestros genes. Este tipo de marcas pueden inhibir o bloquear
determinadas funciones celulares (y las neuronas de nuestros cerebros también son
células), que a su vez podrían transmitirse a nuestros descendientes.
Se han
realizado experimentos con ratones a los que les fueron aplicadas leves descargas
eléctricas en sus patas, mientras eran expuestos a un olor determinado. Con la
repetición sucesiva de esta experiencia, los ratones terminaron asociando las
molestias en sus patas con el olor determinado. Se conoce como aprendizaje
asociativo. La simple percepción del olor resultó harto desagradable para los roedores.
De manera sorprendente, se comprobó que esta característica se transmitía a
hijos y nietos, que rechazaban dicho olor sin haber recibido nunca descargas
eléctricas. Hasta ahora, en Biología nunca se había demostrado que un comportamiento
semejante pudiera heredarse.
Ahora echemos a volar nuestra imaginación y
pensemos que si el miedo puede transmitirse genéticamente, actuando a ese mismo
nivel podríamos conseguir todo lo contrario, es decir, una sociedad futura
inmune al miedo. Y si fuéramos capaces de hacerlo con las emociones negativas,
¿podríamos reproducirlo también con sensaciones positivas?
Mientras tratamos de
encontrar las respuestas adecuadas para estos interrogantes, la primatóloga
alemana Julia Fischer, directora del Laboratorio
de Etología Cognitiva del Centro Alemán de Primates de Gotinga, respalda las
bases biológicas del machismo. En líneas generales, el sexo masculino demuestra
una mayor predisposición para la violencia que el femenino. Los estudios que
desde hace años lleva realizando su equipo con un grupo estable de papiones de
Guinea en su hábitat natural de Senegal, han demostrado las relaciones especiales
que se establecen entre ambos sexos. Como primates humanos, compartimos
alrededor del 95% de nuestro material genético con los grandes simios. Pero
existe una importante modulación cultural en nuestros comportamientos y
emociones.
Como los hábitos, perniciosos o saludables, asimismo forman parte de
nuestra cultura, y hemos corroborado que nuestras costumbres son capaces de
influir en nuestros genes a través de las señales epigenéticas, da la impresión
que el complejo ciclo de la herencia genética en cierta manera quedaría cerrado.
Sostiene Aloysius que la herencia genética influye en el 60% de la
personalidad. ¿Alguien se atreve a contradecirlo?
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