La formación en
bioética suele comenzar definiendo sus principios fundamentales: autonomía,
beneficencia, no maleficencia y justicia. Una vez entrados en materia, uno de
los ejemplos prácticos más utilizado se refiere a los Testigos de Jehová y las
transfusiones de sangre. Hace unos años, el Dr. Alex Serra Guifarro me regaló
un manual titulado “La Familia, su cuidado y protección. Tratamiento médico
para los Testigos de Jehová”. Desde aquí le reitero una vez más mi
agradecimiento, pues en Medicina no existen avances sin conocimiento, y aunque
la obligación principal del médico es curar, ha de hacerlo respetando siempre
los deseos del paciente. Así lo exige el principio de autonomía, pero también
el de beneficencia, contradiciendo los prejuicios, el de no maleficencia,
disuasivo para cualquier acto que pudiera perjudicar al prójimo, y por último,
el de justicia, que obliga a prestar una atención sanitaria exenta de
desigualdades ideológicas, sociales, culturales y económicas.
Recupero aquel tratado
de 1995 del Dr. Serra Guifarro, donde se recopilaban múltiples alternativas a
la “Medicina con sangre”, a propósito de una reciente información que recurre a
la “Medicina sin sangre” como ineludible en una praxis médica de calidad
contemporánea y futura. Y no lo hace por cuestiones doctrinales, sino por una bien
documentada efectividad científica. Existen varios factores primordiales. A
corto plazo, una consecuencia objetivable del envejecimiento demográfico será
la disminución del número de donantes. En realidad, los expertos ya están
hablando de cierta amenaza de desabastecimiento en los bancos de sangre,
teniendo en consideración que el límite de edad para donar sangre se sitúa en
los 60 años, mientras que el 60% de las transfusiones deben realizarse en
mayores de 70 años.
Por otra parte, se han demostrado diversas complicaciones potencialmente
relacionadas con las transfusiones, por ejemplo su asociación con las
infecciones intrahospitalarias, además del denominado estupor inmunológico
típico de los trasplantes, que puede afectar las defensas del receptor
haciéndolo igualmente más susceptible a las infecciones. Llegado el momento,
siempre y cuando no pueda garantizárseles una atención adecuada a su patología,
los Testigos de Jehová reivindican su traslado a un centro que dispense tratamientos
sin sangre. Cada vez son más en nuestro sistema sanitario. Sus técnicas
específicas se emplean en aquellas cirugías donde se estima que el paciente
pueda sangrar por encima de los 1000 ml, como por ejemplo prótesis de cadera o
rodilla, cirugía cardíaca, intervenciones complejas en la columna vertebral,
como amplias fijaciones vertebrales y escoliosis, o determinadas operaciones
digestivas de duodeno y páncreas.
Los expertos en la materia constatan menos
complicaciones, estancias más cortas, mayor satisfacción de los pacientes y,
cómo no, unos costes más reducidos. Sostiene Aloysius que desde la religión y
la ciencia, dos posiciones frecuentemente antagónicas, pueden existir
aproximaciones prácticas hasta hace unos años insospechadas y perfectamente
encuadradas en esa rama de la ética promotora de las conductas más apropiadas
para preservar nuestra propia existencia y la de los demás seres vivos.
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