"El grito". Lucas Cejas
Atesora Aloysius en
su biblioteca un ejemplar en tres tomos de la “Historia General de las Drogas”
del filósofo y ensayista Antonio Escohotado, un compendio irrepetible en el que
el autor despliega toda su sabiduría recopilada tras una magistral aproximación
científica a este tipo de sustancias. Allí descubrimos las primeras menciones a
la droga ideal, el soma, garantía perfecta para la evasión de los dolores, las
angustias y los sufrimientos de este mundo. En la procura de la ebriedad,
siglos antes de Cristo los sacerdotes de la India empleaban el soma para
conectar con las divinidades hasta el punto de llegar a identificarla con una
deidad en sí misma. Todavía hoy en día los expertos farmacólogos son incapaces
de identificarla con algún preparado vegetal, desde la marihuana hasta el
ruibarbo, pasando por el loto azul, la harmalina y diversos tipos de hongos
alucinógenos.
Sin proponer desde
estas líneas el consumo de sustancias narcóticas o estupefacientes,
precisamente por el perjuicio para la salud que suponen el desarrollo de dependencias
y adicciones, en el más estricto plano teórico la droga perfecta sería aquella
capaz de proporcionarnos placeres reversibles sin efectos secundarios, virtudes
que la literatura atribuía precisamente al soma hindú. Si hasta aquí estamos de
acuerdo, ¿cómo podríamos entonces entender el consumo de la droga caníbal? Este estimulante, más potente que la cocaína y
las anfetaminas, se ha puesto de actualidad tras los recientes destrozos
provocados en un adolescente de Lugo que atacó a golpes y a mordiscos a sus
acompañantes tras ingerir esta droga caníbal. Habrá que esperar el resultados de los análisis toxicológicos.
Técnicamente se trata de la
metilendioxipirovalerona (MDPV), sintetizada a mediados del siglo XX sin finalidades lúdicas. Y es que ya no nos limitamos al descubrimiento de los
efectos euforizantes, alucinógenos o adictivos de medicinas empleadas en el
tratamiento habitual de las enfermedades, sino que los laboratorios investigan en
la procura de la droga perfecta. Los efectos de la MDVP se producen a nivel
cerebral, trastornando el comportamiento normal de las neuronas, lo que se
traduce en una serie de síntomas físicos adversos: taquicardia, hipertensión
arterial, insomnio, náuseas, mareos, bruxismo, escalofríos, sudoración,
recalentamiento corporal, dolor de cabeza, zumbido de oídos, cólicos de riñón,
agitación, dificultad para respirar y convulsiones, y dentro de la esfera
psicológica delirios, confusión, paranoia, ansiedad, conductas violentas e
ideas suicidas.
Entonces, ¿por qué se consume la droga caníbal? ¿Merece la pena
padecer sus tremendos efectos secundarios a cambio de cierta euforia, vencer al
sueño, potenciar la estimulación sexual o incrementar la concentración mental,
el aumento de energía y la motivación? Porque la MDVP no es el soma, ni se le
parece. Retomando al profesor Escohotado, los humanos somos química, como las
drogas, que son capaces de inducir la soledad, el silencio, la abstinencia, el
dolor y el miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario