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13 septiembre 2005

COMIENDO COMO UN ASTRONAUTA




Cuando mi tiempo libre me lo permite, en lugar de leer un buen libro o de escuchar la música que siempre me ha gustado, incluso antes de decidirme por un cine y una buena película, a veces me tienta la idea de marcharme a vagabundear por un centro comercial.

Quizás estos espacios anónimos resulten muy beneficiosos para los alumnos de Psicología en prácticas; resulta extremadamente interesante ver cómo nos comportamos los seres humanos cuando creemos que nadie nos está observando.

Me ha llamado la atención la sección de nuevos alimentos de los supermercados. En un pequeño bote de plástico de apenas 20 centímetros cúbicos se alberga el 50% de nuestras necesidades diarias en frutas y verduras. Existen derivados lácteos que presumen de su utilidad para combatir las cifras elevadas de colesterol o tal vez campan en las estanterías ricos en sustancias especiales que contribuyen a saciar nuestro apetito. Un día escuché a un experto hablar sobre los alicamentos.

Le hurto a un buen amigo unos pensamientos; no sé si también comerá como un astronauta, pero lo que es seguro es que vive escondido en una maravillosa estrella que sólo se puede ver en las noches muy claras desde A Serra de Queixa:


"Tengo en mi habitación muchos recortes de mariposas y de escritores (especialmente poetas, filósofos y pintores). Tengo también muchas fotografías de mis sobrinas María y Belén. Pero mía no guardo ninguna. Creo que mi habitación es como mi vida; me paso todas las horas del día entre libros y viajando dentro de la provincia (que es muy pequeña, como mi mundo)".



3 comentarios:

Anónimo dijo...

LESLYE BROWN (de "Los lidos")

Mi vida es algo siempre de la cercanía y un asedio del lugar al que me venzo, cosas primero, alto cielo de un ser injusto. Luego vino, como de mansedumbre y hallazgo, yo. Así, hoy bien, siempre bien. Las miradas, la pasión: acordes; las intenciones: acordes; historia para una vida repleta de bosques, acorde; y otras cosas, cosas de fondo… Como un río en la noche siempre cosas, como el bosque de la noche en un endurecimiento de la juventud sonora para la sumisión de cada uno… (Conocí quien lloraba cuando labraba el fragor de la noche. Conocí su vida y su imagen en este mundo, conocí su vida como nunca creí haber conocido la mía. Conocí sus manos: posiblemente ella jamás lo hubiera llegado a sospechar). Y para todo como un día una tarde, un paseo, como una vida una devoción, una medida, una espera… y la familiaridad: como un libro de hojas secas; y… ¿la soledad?: a aquella a la que no se lleva más que la absoluta nada: acorde también: como un delirio.
El sentimiento se puede igualar a cierta predestinación de acciones que nos sumergen en un mar de desigualdades y confrontaciones absurdas en contra de nosotros mismos. Excepto en algunas sumisiones que nos llevan de la mano por siempre hacia un futuro mejor, aquel donde nosotros nada vemos ni nada oímos ni la más pequeña brizna llegamos a resistir en nuestros corazones ahítos y divididos por otro mar de sufrimiento, el resto de cada mundo interior fructifica más allá, en la lejanía más inalcanzable y repleta de todas las conmiseraciones. Un salto de ir repletos de unos en otros, un desliz íntegro de ocuparse de todo el mundo, cuando prácticamente en el mundo sólo se puede acceder al sufrimiento de la materia y ya no del cuerpo, un cenagal de incongruencias con lo pactado en nosotros mismos, una tenue sonrisa que alcanza el alma sólo cuando se desvela hacia su profunda amargura al autoapenarse, al autoimplicarse... cubre toda la vida que habríamos de vivir.

(Dos estéticas de la imposibilidad)

Anónimo dijo...

ROMPIENTE

(11 de septiembre)

Junto a esta ley, la inefable del hombre, cubierta en asimetrías y asombrada de ruegos vírgenes, a veces el amparo débil desde esperanzas de lar se hace tan azul… y todo extrañándolo lo conserva al final del mundo. He aquí el alma velada transfigurada en el lecho con un llanto de congoja y soledad eternamente, una vida que en la cueva de la amargura visita su saludo, maíz en el ausente surco, una gleba de plata y los lirios del ardor transustanciados. Mi niña, mi niña joven, tan triste como la noche.

Anónimo dijo...

Viaje adentro. El río o el bosque en la noche

La tristeza hundía la tarde, la tarde tenía sucesiones de desaliente, ínfimos de mirarnos. El mar estaba hacia un adentro más intimo aún. Había voces, recuerdos, había un bosque o nada o sombras, vértices de la luz. Había desesperación como un recogimiento hacia almenas infinitas, clamor de sombras entre tanta luz. Como la pureza de algo extinto en los círculos de la anegada vida, la sucesión, y también lo blanco…

… lo entredicho y su llanto. Lo remoto circundaba los espacios arrasados. La desesperación al cabo había encontrado su lugar en la desposesión. Muros encalados, criaturas prematuras. ¿Qué podría consolarnos? No sembraremos en otra tarde su inefable rigor.