Muchos médicos de atención primaria han mostrado en repetidas ocasiones su preocupación porque la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud continúan siendo las asignaturas pendientes en la asistencia que prestan a sus pacientes de manera cotidiana.
Los argumentos esgrimidos son múltiples y variados, desde la escasez del tiempo en unas consultas cada vez más masificadas hasta el propio reconocimiento de determinadas lagunas en su formación profesional.
En otra índole, debe tenerse en consideración el rol que desempeñan los movimientos asociativos a la hora de fomentar la donación altrusita de órganos y tejidos, inmersos en una lucha constante por la superación de las barreras éticas y morales que todavía perduran en nuestra sociedad.
Puede entenderse como reiterativa la insistencia en el papel principal que el médico de familia desempeña dentro de nuestro sistema sanitario, pero no es menos cierto que desde esta posición privilegiada se convierte en un valioso elemento a la hora de incentivar las donaciones. Ya empiezan a recogerse los frutos, pero son todavía insuficientes.
¿Y qué tiene que ver con todo esto la solidaridad?.
Resulta más edificante entender este concepto como un valor inherente a la naturaleza humana, que se manfiesta plenamente siempre y cuando exista una política propiciatoria y deliberada desde las propias organizaciones sociales y el propio Estado. De esta forma pueden crearse la sensibilización, las condiciones y las infraestructuras necesarias para su óptimo desarrollo.
El médico de familia puede incidir de manera constante en el fomento de la solidaridad sobre la donación de órganos y tejidos basándose en una sencilla idea altamente efectiva: cualquiera de nosotros, en cualquier momento de nuestra trayectoria vital, puede ser subsidiario de una transfusión sanguínea o de un transplante.
No podemos olvidarnos que dentro del campo de la gestión de la solidaridad se están produciendo importantes cambios del esquema del voluntariado. Tradicionalmente, benefactor y beneficiado estaban diferenciados de manera nítida; hoy en día prefiere hablarse del voluntario emergente, mucho más ligado a la promoción que a la asistencia.
Este esquema innovador provoca un intercambio mutuo de bienes, saberes, afectos y valores entre las partes involucradas en la relación voluntaria.
La mayoría de nosotros conocemos grandes organizaciones de profesionales sanitarios que desempeñan importantes acciones de cooperación internacional, generalmente en ámbitos hostiles (desastres, guerras, genocidios...). No tan famosos, pero no menos valiosos son los grupos de voluntarios que desarrollan sus actividades en el difícil campo de la donación altruista.
La colaboración del médico de atención primaria con ellos es fundamental, sin olvidarnos nunca de la nueva senda abierta por la organización de la solidaridad emergente. Ya lo decía Marie Curie: "dejamos de temer aquello que hemos aprendido a entender".
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