Tal vez fue Manolo Zapata uno de los pintores que decoró las bóvedas de la Cueva de Altamira, o quizás un liberto ártabro que decoraba con racimos las ánforas de arcilla que transportaban el vino de Amandi a la Roma Imperial.
La pintura de Zapata es telúrica, oceánica, lúdica..., si bien últimamente también asoman en sus obras los colores de la vendimia, con sus parras ya marchitas. Él no le teme a la gripe aviar, porque no tiene plumas: tan solo tiene una perilla y un bigote construidos a base de cerdas de tejón y de marta, mágicos pinceles que bien pudiera utilizar mojándolos en pigmentos índigo y cobalto y besando el lienzo.
La pintura de Zapata es telúrica, oceánica, lúdica..., si bien últimamente también asoman en sus obras los colores de la vendimia, con sus parras ya marchitas. Él no le teme a la gripe aviar, porque no tiene plumas: tan solo tiene una perilla y un bigote construidos a base de cerdas de tejón y de marta, mágicos pinceles que bien pudiera utilizar mojándolos en pigmentos índigo y cobalto y besando el lienzo.
Y es que esta admirable serenidad le viene ya de antiguo, pues en sus cuadros no he visto nunca pájaros y sí muchos peces, pulpos, percebes y otros seres marinos.
¿Acaso no pudieran ser sirenas la mayoría de las féminas que tan delicadamente retrata?.
A propósito cantaba de manera hermosa Alfonsina Storni en "Yo en el fondo del mar":
¿Acaso no pudieran ser sirenas la mayoría de las féminas que tan delicadamente retrata?.
A propósito cantaba de manera hermosa Alfonsina Storni en "Yo en el fondo del mar":
Un pulpo
me hace guiños
a través del cristal.
En el bosque verde que me circunda
-din don... din dan-
se balancean y cantan
las sirenas
de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza
arden, en el crepúsculo,
las erizadas puntas del
mar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario