Corría el año 1912 cuando un antropólogo aficionado llamado Charles Dawson anunciaba a bombo y platillo el descubrimiento de un cráneo atribuido al "eslabón perdido" en Piltdown (parroquia de Fletching, Sussex, Inglaterra). Durante casi 50 años los expertos debatieron sobre la existencia de un ancestro del homo sapiens que fue entonces bautizado como el "Hombre de Piltdown". El final de la historia revela que se trató de una broma pesada entre científicos. Un fraude de la ciencia. Uno más.
Una situación semejante se vivió durante el descubrimiento del llamado Hombre de Flores, una especie de hobbit prehistórico que existió en el archipiélago indonesio. Las dudas científicas empezaron a surgir una vez más, cuestionando si los restos allí encontrados serían los de una mujer de talla pequeña con una malformación física y muy posterior en el tiempo.
Se han edificado prósperas ciudades sobre cuentos y leyendas. Un acaudalado vecino de Borulfe, cuyo nombre real tal vez vea la luz algún día, siguiendo el ejemplo de lo ocurrido en Santiago de Compostela (donde dicen que está enterrado el santo patrón de Galicia y de España) está montando un entramado que consiga despertar del sueño profundo a su aldea. Tal vez estén a punto de aparecer los restos de "El increíble hombre de Borulfe".
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