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04 enero 2006

UNA OPORTUNIDAD DESAPROVECHADA

Ilustración de Emilio Freixas (1936)



A media mañana, cuando ya se han despertado las palomas y afanosas comienzan a buscar su sustento por los jardines, un parroquiano entra en su cafetería habitual, elige un asiento cómodo en la barra y coge el ejemplar de un diario para ojearlo relajadamente. Inclinando la barbilla hacia delante llama la atención del camarero, que con gesto solícito coloca una taza debajo del chorro humeante del café de la máquina; ventajas del lenguaje no verbal, el muchacho conoce de antemano las preferencias de su cliente: un café solo largo, con unas gotitas de coñac y una faria. Otro asiduo de la cafetería le ofrece un cigarrillo al chico: “Lo siento – contestó – no puedo fumar en mi lugar de trabajo”; y perdiéndose entre el humo del tabaco de la clientela el camarero salió a la calle a echarse el cigarrito de mediodía.


En Irlanda, donde la ley antitabaco impide fumar en cualquier lugar de trabajo (incluyendo los bares, las cafeterías, los restaurantes y los pub) se estima que cada año morirán 13 trabajadores de la hostelería menos debido a los efectos perniciosos del hábito tabáquico.


En España, por el contrario, mientras los clientes pueden fumar en la mayoría de los locales de menos de 100 m2, los empleados fumadores deben abstenerse de hacerlo. Con nuestra ley, los pequeños hosteleros se han decantado en un 90% de las ocasiones por la permisividad. No aceptan ser el chivo expiatorio que pague las consecuencias de la prohibición, arriesgándose a ver mermados sus ingresos o a tener que enviar a algunos de sus trabajadores al paro. Con la aplicación de la nueva ley, la Federación Española de Hostelería y Restauración (FEHR) estima una caída del 8% en las ventas del sector, lo que traducen en la pérdida de unos 20000 puestos de trabajo y un quebranto económico cercano a los 1600 millones de euros anuales.

Al atardecer, un niño de 10 años que juega en un parque con sus amigos se acerca al bar de siempre para comprarse un “donut”. La camarera le indica amablemente que ese local permite el consumo de tabaco en su interior y que los menores no pueden entrar si no van acompañados por un adulto. Transcurrido un minuto el niño franquea la puerta de nuevo, pero esta vez junto a su padre; mientras papá se echa un pitillo y se toma una caña el niño se come tranquilamente su golosina.

Al anochecer, el empresario dueño de una fábrica de bolsas de plástico se desespera porque algunos de sus trabajadores han salido varias veces a la calle para fumar; delante de la puerta del negocio se acumulan montones de colillas. Los no fumadores protestan mucho, porque ellos no pueden abandonar la cadena de producción.

Estoy intrigado sobre la posibilidad de dejar de fumar viendo un programa de televisión o enviando un SMS. Me pregunto: ¿serán algún día más caras las multas por fumarse un cigarrillo o un canuto en el puesto de trabajo?.

Hasta aquí lo anecdótico. Cualquier medida legislativa que se toma en un estado para reducir el efecto negativo sobre la salud de sus ciudadanos ha de ser bienvenida. Sin embargo se echa de menos en nuestra ley nacional esa impronta de bondad que deje bien claro que pretendemos luchar contra una hábito no saludable, no contra los fumadores, que podrían además sentirse estigmatizados.

Habrá que esperar al desarrollo necesariamente homogéneo de la ley en cada comunidad autónoma, primando la creación de unidades especializadas de deshabituación, por ser el tabaquismo una dependencia y no un vicio, con las medidas terapéuticas necesarias contempladas dentro de las prestaciones sanitarias de nuestra sanidad pública. Al respecto, opino lo contrario que el Sr. Rubalcaba del PSOE (por cierto, químico de profesión y ex - fumador) pues el tratamiento de deshabituación tabáquica se limita a algo más que a simples chiclecitos para dejar de fumar. A veces, como a The Platters, el humo ciega nuestros ojos.

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