CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

Protected by Copyscape DMCA Takedown Notice Violation Search

10 julio 2006

EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ


En vísperas de la entrada del tercer milenio en nuestras vidas, dejé transcurrir parte de aquel verano del 2000 en Icod de los Vinos leyendo bajo la sombra protectora del Drago Milenario. Entre otras, alterné las páginas de la saga de historia - ficción espacial firmada por Isaac Asimov (Fundación) con las del libro titulado “Predicciones” de la editorial Taurus. Nada más y nada menos que 31 expertos en diversas áreas de la biología, la física, la filosofía y las ciencias sociales se atrevían a vaticinar cómo sería en realidad el futuro que nos espera. Por cierto, el único español presente en esta selección mundial fue el pensador Fernando Savater, recientemente amenzado de muerte por ETA.

Los lectores habituales de esta modesta colaboración dominical (según Aloysius mi propio padre, él y tres o cuatro incondicionales más) recordarán que alguna vez ya he mencionado a Shirley Turkle, socióloga de la ciencia del Instituto Tecnológico de Massachussets, el prestigioso MIT norteamericano. Tras nutrirse durante muchos años de las fuentes del psicoanálisis y del postestructuralismo francés (Lacan, Foucault, Barthes) esta doctora se centró en el estudio de las relaciones que establecemos las personas con los ordenadores, especialmente los vínculos afectivos entre los niños y los robots humanoides (o animaloides), las mascotas virtuales (como los Tamagotchi) o los muñecos digitales (los Furby por ejemplo).

En palabras de la propia Turkle, estos artefactos piden al niño que valore su estado de ánimo para poder establecer una buena relación entre ambos; piden que se les alimente, que se les cuide, que se les mantenga limpios y sanos. Los Furby son además entrañables y hablan cariñosamente con sus compañeros de juegos. Durante la infancia de los de mi generación, algunos se dedicaban a desmontar sus juguetes para conocer cómo funcionaban en realidad (luego conseguían montarlos de nuevo con más o menos suerte; incluso sobraban piezas). A los actuales niños que juegan con los Tamagotchi o con los Furby no les preocupan los entresijos de sus mascotas, sino la manera de hacerlas felices.

Nosotros preferíamos tener un cachorro (y dábamos la murga con el tema). Nuestros modernos chiquillos se decantan por los bichos virtuales que no ensucian ni destrozan nada; tampoco hay que sacarlos de paseo, ni huelen a perro o a gato. Sus cacas pueden recogerse con un simple movimiento de lápiz óptico sobre la pantalla del ordenador o del Nintendo y encima podemos adiestrarlos en cuestión de minutos para que realicen una serie (siempre limitada al software) de habilidades. Me recuerdan a los protagonistas de la novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, del inclasificable Philip K. Dick, en la que precisamente se basó Ridley Scott para rodar el film de culto “BladeRunner”. Aquellos personajes trabajaban duramente para poder comprarse un animal natural como mascota, hartos de los sucedáneos artificiales con los que se tenían que conformar los ciudadanos de menor poder adquisitivo.

Cuando veo jugar a mis hijas absortas con su nuevo Nintendog, arrojo la toalla vencido y voy en busca de nuestra Pomerania para sacarla a dar un paseo. Prefiero contentarme con el agradecimiento que me demuestra con sus saltitos y su mirada llorosa. ¡Qué le vamos a hacer!, soy del siglo pasado.

No hay comentarios: