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05 septiembre 2006

BUENOS ALIMENTOS


En este particular blog, bajo el título “Comiendo como un astronauta”, disertaba Aloysius el pasado verano sobre los nuevos alimentos que tan de moda se han puesto en nuestra mutante y vertiginosa sociedad. En las secciones más avanzadas de los supermercados podemos encontrarnos con pequeños recipientes de plástico, de apenas unos 20 centímetros cúbicos de capacidad, capaces de albergar el 50% de nuestras necesidades diarias de frutas y verduras.

Dentro de esta innovadora oferta nutritiva, existen también múltiples y variados derivados lácteos que presumen de su utilidad para combatir las elevadas cifras de colesterol. Los productos destinados a saciar precozmente nuestro apetito también comienzan a formar parte de la composición de determinados alimentos. Mientras la televisión nos muestra imágenes de apetitosas hamburguesas de varios estratos, chorreantes de salsas y quesos fundidos, el mismo establecimiento de la marca anunciante incluye en sus menús sanísimas ensaladas con productos de la huerta de primera calidad. Tal vez sea la ingestión de lechuga y tomate la que lava más nuestras conciencias de progenitores, a cualquier temperatura.

Varias veces he oído mencionar y emplear el término alicamentos, palabra formada a partir de la contracción de alimento y medicamento. Se trata de comestibles que aportan beneficios para la salud (en principio, y por definición, todo lo que alimenta debería ser bueno para la salud) o que incluyen en su composición algún suplemento de bondad igualmente demostrada para el ser humano. Según informaciones publicadas en la internet, por ejemplo por UNICEF, probablemente haya más marketing que ciencia detrás de muchos de estos preparados. La utilidad del alicamento debería demostrar que son capaces de prevenir la aparición de enfermedades, condición que no cumplirían los alimentos sensu estricto; ¿podría valer el ejemplo de la vitamina C en la prevención y tratamiento del escorbuto?.

Otra cosa diferente es que los médicos recomendemos consumir productos lácteos desnatados a pacientes obesos o con cifras elevadas de colesterol, cereales con fibra a los que padecen estreñimiento o leches enriquecidas en calcio y vitamina D en determinados carenciales. Pero curar, lo que se dice curar, de momento no lo hace ningún alicamento.

Dicen los franceses: “ne nous melons point de ce qui ne nous regarde” (algo así como que lo que no nos hemos de comer dejémoslo cocer). En el actual menú de a bordo de una compañía aérea europea, de cuyo nombre no quiero acordarme, después de ofrecer diferentes bocadillos y tentempiés, bebidas calientes y frías, alcohólicas y no alcohólicas, en la última página se nos hace la propuesta de una “comida sana”: zumo multifrutas enriquecido con vitaminas y bajo en azúcar, galletas de chocolate con fibra dietética o una tableta de cereales concentrados. Y es que volar a tanta altura a algunos los recarga de oxidantes.


1 comentario:

Marcos Valcárcel López dijo...

Saúdos e noraboa pola bitácora. Non a coñecía aínda que leo os seus artigos en La Región, onde compartimos espazos. Recoméndolle, se lle parece pertinente, que inclúa ao remate deses artigos o enderezo do seu blog: seguro que así o coñece moita máis xente. Un saúdo moi cordial, Marcos Valcárcel.