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10 junio 2009

ADOLESCENCIA


"Tahitianas en la playa". Paul Gauguin, 1891

Museo de Orsay, París

El otro día escuchaba debatir en la televisión a los expertos, a los que realmente saben de qué hablan, sobre la controvertida figura del menor maduro, existente en nuestra legislación y tan en boga últimamente. Presté atención a las opiniones de Javier Urra, que además de experto en cine es un laureado psicólogo defensor de los derechos de los menores. Me quedé con una de sus frases: “en España, dices que tienes un hijo adolescente y te dan el pésame”. Tremendo. A Javier Urra empieza a blanquearle el cabello y el bigote de tanto luchar contra la incompetencia y la ignorancia de determinados dirigentes políticos. Aduladores de la juventud, con la única finalidad de ganarse su voto en las urnas llevan tiempo vendiendo humo camuflado como falsa libertad. Son los mismos que se escandalizan con la pederastia y luego defienden las relaciones sexuales consentidas entre las púberes de 13 años y los adultos. Y para que no haya malas interpretaciones, vayan por delante, bien claras y bien altas, mi más absoluta condena y repulsa ante individuos tan reprobables y miserables como los pederastas. También en aras del libre albedrío, panegiristas del botellón, estos mismos tiralevitas de la mocedad justifican el consumo de bebidas alcohólicas en los parques y las plazas públicas, aunque moleste a los vecinos e hipoteque los servicios de limpieza municipales, aunque la juerga termine con el joven o la joven dando con sus huesos maltrechos en un servicio de urgencias hospitalarias o enterrados en un valle de lágrimas, prematuras la lápida y la corona de flores amargas.

Adolescente y adulto tienen la misma etimología. Ambas palabras provienen del verbo latino adolescere, crecer, desarrollarse. Y para que los adolescentes lleguen plenamente a ser adultos responsables necesitan buenos entrenadores. No sirven ni los malabaristas del gesto ni los presdigitadores de la intención. No valen los golfos apandadores.

Por correo electrónico acaba de hacerme llegar el ufano Aloysius unos textos de Marc Prensky, escritor especialista en el ámbito más crítico de la educación y el aprendizaje. Él tiene muy claro que la interacción de los adolescentes actuales con teléfonos portátiles, video - juegos, ordenadores, Internet, correos electrónicos, mensajería informatizada y telefónica, hace que indefectiblemente piensen y procesen la información de manera completamente diferente a nosotros, sus predecesores. Si queremos formarlos, entrenarlos, apoyarlos, ya podemos ir cambiando nuestros anticuados esquemas. Los más atrevidos aventuran que incluso sus cerebros se irán modificando físicamente, en base a éste su especial y ultramoderno aprendizaje. En palabras de Prensky, ellos son los autóctonos y nosotros los expatriados. Nativos e inmigrantes digitales.



Un enlace con el original de Plensky:




Por cierto, también existen enriquecedoras versiones críticas sobre todas estas cuestiones de la educación y el aprendizaje:


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