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22 junio 2009

EL EFECTO HAWTHORNE


Curiosidades de la vida. La otra tarde apretó en Auriavella un calor de mil demonios, espeso y soporífero, como para invadir las fuentes públicas en la procura de alivio y frescor. Al día siguiente, se levantó un viento benéfico que hizo volar numerosas y minúsculas pelusas, pólen que los árboles de nuestros parques dejaron caer con aviesas intenciones reproductoras.

Entonces, recordé aquel sencillo y hermoso poema de Leonardo Boff, donde describía las sensaciones que le había provocado el abrazo a un árbol.




Poco convincente, quizás por la abrumadora calorina, mi muy estornudador Aloysius trató de incorporarme a una nueva empresa suya. Además del director de gestión (él mismo) en plantilla contaba ya con una secretaria personal, un chófer y una responsable de relaciones públicas. Una prometedora cuadrilla. Dicen los expertos que para llevar una empresa a buen puerto, sea ésta pública o privada, son necesarios un proyecto y un equipo. Sin estas firmes cuadernas, la nave terminará navegando al garete.

Un buen gerente, especialmente en el ámbito sanitario, ha de saber motivar a los trabajadores de su compañía. Como consejo, le conté una historia sobre George Elton Mayo, el profesor de psicología que estudió el comportamiento laboral de los seres humanos. Son clásicas sus investigaciones en la fábrica Hawthorne de la Western Electric, una planta productora de componentes telefónicos, frigoríficos y aparatos eléctricos que funcionó en Illinois (EEUU) entre 1905 y 1983. El grupo de Mayo descubrió que el aumento de la productividad de los trabajadores se debía a factores sociales tan heterogéneos como la moral de los empleados, las relaciones satisfactorias entre los compañeros de trabajo y la atención que los equipos directores le prestaban a sus subalternos, haciendo que éstos se sintieran parte de la empresa. El manido sentimiento de pertenencia.

Sin embargo, una revisión contemporánea de los famosos estudios de la factoria Hawthorne, realizada recientemente por economistas de la Universidad de Chicago, ha venido a cuestionar las conclusiones de Elton Mayo. Los cambios realizados en la cadena de fabricación y en su entorno no fueron los responsables del incremento en la productividad, ni siquiera de la mayor motivación de los obreros.

La productividad siempre fue mayor los lunes, iba decayendo a lo largo de la semana de trabajo y resultaba nula al final de la misma. Algo similar ocurría durante el verano. Sin embargo, el espabilado Aloysius promete tomar buena nota del llamado Efecto Hawthorne. Él no se cree que los países de clima frío sean más productivos que los calurosos. ¿Ustedes si?

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