Hace años existía en Vigo un comercio de ropa llamado “Las 3 B”. Bueno, bonito y barato. Un excelente reclamo comercial. Tal vez mantenga todavía sus puertas abiertas en estos tiempos convulsos en que nos ha tocado vivir, apandando con una crisis económica y social responsabilidad de esos que hoxe son e non son, e mañá volverán ser…
De tan sombría situación financiera patria ya tan solo es capaz de hacernos olvidar el mismísimo “Villarato”, ese noúmeno que el tremebundo Aloysius extiende a todo el continente europeo en forma de “Platinato”. En el fútbol, panem et circenses contemporáneo, las actuaciones arbitrales se miran con lupa. Pero en todo lo demás, vista gorda, adormecimiento colectivo, niente di niente…
Siguiendo en la idea que titula estas líneas, esta semana he descubierto un artículo publicado en la prestigiosa revista “Archives of Internal Medicine”, que tal vez encienda la esperanza en alguno de nuestros dirigentes. Parece ser que rebajar los costes en atención sanitaria no tiene por qué estar reñido con la mejora de la calidad asistencial. Así lo afirman los autores del trabajo realizado en el ámbito del servicio Medicare norteamericano.
Escogieron grupos de pacientes hospitalizados afectados por una de estas dos enfermedades: insuficiencia cardíaca congestiva o neumonía. Estudiaron la tasa de mortalidad 30 días después del alta hospitalaria, la tasa de reingreso, el coste de atención generado durante 6 meses después y unas puntuaciones relacionadas con la calidad asistencial.
Redondeando, resultó que un paciente con una insuficiencia cardiaca podía costarle al sistema entre 1500 y 19000 dólares; respecto a las neumonías, las cifras oscilaron entre los 1900 y los 16000 dólares. En la primera de las enfermedades, los hospitales más caros obtuvieron las mejores puntuaciones en calidad y sus tasas de mortalidad fueron menores. Pero en el caso de las neumonías, los papeles se invirtieron, siendo mejores los más baratos. Los porcentajes de reingresos a los 30 días para ambas patologías fueron ligeramente mayores en los hospitales más baratos, si bien éstos generaron unos gastos considerablemente menores los 6 primeros meses tras la hospitalización.
En España, considerando que nuestro sistema sanitario público ciertamente difiere del norteamericano, serían muy útiles investigaciones similares, pero siempre considerando el papel moderador que la atención primaria de la salud debe desempeñar respecto al gasto sanitario global. Parece evidente que ahorrar no implica tratar mal. Argumentum ad crumenam, la razón a favor del bolsillo.
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