Las entrañas de la Tierra volvieron a temblar en Chile con una violencia capaz de modificar el eje planetario 15 cm. Dicen los expertos que ese día todos giramos 2 milisegundos más rápidos. A los oceános no les gustan estos sobresaltos. Despiertan de su calma enfadados y las islas indefensas se convierten en las víctimas predilectas de tanta ira.
Pero sobre las islas, como hormiguitas, los hombres construyen sus sueños. Entonces, el suelo tiembla, y el agua violenta borra el rastro de cualquier futuro...
Pero sobre las islas, como hormiguitas, los hombres construyen sus sueños. Entonces, el suelo tiembla, y el agua violenta borra el rastro de cualquier futuro...
LOS HOMBRES Y LAS ISLAS
Pablo Neruda
Los hombres oceánicos despertaron, cantaban
las aguas en las islas, de piedra en piedra verde:
las doncellas textiles cruzaban el recinto
en que el fuego y la lluvia entrelazados
procreaban diademas y tambores.
La luna melanésica
fue una dura madrépora, las flores azufradas
venían del océano, las hijas
de la tierra temblaban como olas
en el viento nupcial de las palmeras
y entraron a la carne los arpones
persiguiendo las vidas de la espuma.
Canoas balanceadas en el día desierto,
desde las islas como puntos de polen hacia
la metálica masa de América nocturna:
diminutas estrellas sin nombre, perfumadas
como manantiales secretos, rebosantes
de plumas y corales, cuando
los ojos oceánicos descubrieron la altura
sombría de la costa del cobre, la escarpada
torre de nieve, y los hombres de arcilla
vieron bailar los estandartes húmedos
y los ágiles hijos atmosféricos
de la remota soledad marina,
llegó la rama
del azahar perdido, vino el viento
de la magnolia oceánica, la dulzura
del acicate azul en las caderas,
el beso de las islas sin metales,
puras como la miel desordenada,
sonoras como sábanas del cielo.
Pablo Neruda
Los hombres oceánicos despertaron, cantaban
las aguas en las islas, de piedra en piedra verde:
las doncellas textiles cruzaban el recinto
en que el fuego y la lluvia entrelazados
procreaban diademas y tambores.
La luna melanésica
fue una dura madrépora, las flores azufradas
venían del océano, las hijas
de la tierra temblaban como olas
en el viento nupcial de las palmeras
y entraron a la carne los arpones
persiguiendo las vidas de la espuma.
Canoas balanceadas en el día desierto,
desde las islas como puntos de polen hacia
la metálica masa de América nocturna:
diminutas estrellas sin nombre, perfumadas
como manantiales secretos, rebosantes
de plumas y corales, cuando
los ojos oceánicos descubrieron la altura
sombría de la costa del cobre, la escarpada
torre de nieve, y los hombres de arcilla
vieron bailar los estandartes húmedos
y los ágiles hijos atmosféricos
de la remota soledad marina,
llegó la rama
del azahar perdido, vino el viento
de la magnolia oceánica, la dulzura
del acicate azul en las caderas,
el beso de las islas sin metales,
puras como la miel desordenada,
sonoras como sábanas del cielo.
2 comentarios:
He llegado a tu blog a través de "Ya no puedo.. pero aún puedo" del que soy un asiduo lector, sin tener ELA, debido la admiración que tengo a Raúl y Nuria y su lucha por dar a conocer la enfermedad y ayudar a los que la padecen.
Desde Chile te quiero agradecer el acordarte de este lejano país, en estos difíciles momentos, y el incluirnos en tu blog con un conmovedor video y una hermosa poesía de Neruda.
Gracias
Estimado Tomás:
Las gracias no se merecen. La muerte y el dolor no entienden de fronteras... Andan por ahí, siempre acechando
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