Me gustaría comenzar estas líneas rindiendo un sentido homenaje a Dña. Olga Gallego Domínguez, recientemente desaparecida. Hace años, estudiando las epidemias de cólera que azotaron nuestro país a mediados del siglo XIX, ella me abrió de par en par las puertas del Archivo Histórico de Ourense y me señaló la ruta de investigación a seguir. Hoy me he vuelto a acordar de ella, leyendo una esperanzadora noticia sobre otra enfermedad infecciosa que continúa torturando a la humanidad: la tuberculosis.
La empresa norteamericana Cepheid, especializada en métodos diagnósticos moleculares y genéticos, acaba de desarrollar un test capaz de detectar la tuberculosis con enorme celeridad. En menos de 2 horas, identifica al 98% de los pacientes infectados, incluso a aquellos que padecen formas de la enfermedad resistentes a los antibióticos. Tal vez en poco tiempo, desaparezca de nuestras consultas la incómoda y decimonónica prueba de la tuberculina. En medicina, ya sabemos, más vale prevenir que curar, pero cuando esto no es posible, un diagnóstico precoz permite mayores tasas de curación.
Otras noticias prometedoras proceden también del apasionante mundo de la ingeniería genética. Científicos norteamericanos capitaneados por Niels Pierce han descubierto unas moléculas de ARN que pueden eliminar selectivamente células cancerígenas humanas producidas en laboratorio. El ARN resulta vital en los mecanismos de transmisión y expresión genéticos. Desde hace tiempo conocemos que los tratamientos de quimioterapia inhiben el crecimiento celular tumoral, pero sin distinguir entre las células cancerígenas y las normales. Ahí radica su desventaja. El grupo de Nielsen ha obtenido excelentes resultados en el laboratorio con células neoplásicas óseas, cerebrales y prostáticas, respetando las sanas. Queda pendiente desarrollar esta posibilidad en la práctica clínica.
Para finalizar, en el Laboratorio de Biología Molecular (Medical Research Council) de Cambridge (Reino Unido) han conseguido diseñar nuevos aminoácidos de manera artificial. Se preguntarán cuál es la importancia de este hecho. Vayamos por pasos. Hasta ahora se conocían 20 aminoácidos naturales que forman las proteínas de los genes. Si ahora pudiéramos fabricar en el laboratorio nuevas moléculas de este tipo, ante nuestros ojos se desplegarían futuras vías de investigación genéticas inimaginables. El responsable de estos estudios, el Dr. Jason W. Chin, ha empleado un símil arquitectónico que viene a decirnos que hasta ahora estábamos construyendo nuevos edificios con los mismos ladrillos de siempre, pero desde este momento podremos disponer de innovadores materiales de construcción.
Como siempre, Aloysius recomienda prudencia, no vayamos a tropezar con los obstáculos del suelo por andar embelesados observando las estrellas.
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