Sostiene Aloysius que de entre todas las catástrofes naturales las peores suelen estar causadas por el agua. El aire agitado, por sí solo, normalmente avisa en forma de un viento que incluso tal vez resulte previsible, y los tifones o los huracanes potencian su capacidad destructiva cuando se les añade el agua. El fuego es devastador, pero el hombre ha aprendido a combatirlo desde hace varios siglos. Incluso los temblores de tierra poseen una escala para medir su intensidad, y una vez más los maremotos son los que multiplican su furor dañino.
El agua, por su plasticidad, se adapta a todos los recipientes, se cuela por las rendijas, siempre reclama el lugar que ocupó en el pasado y castiga sin piedad al hombre cada vez que éste ha osado desafiarla. Pueblos enteros han sido barridos por el desbordamiento de los ríos. Parece mentira que un elemento de tanta belleza pueda convertirse en un inmisericorde azote destructivo cuando su fuerza fluye desbocada.
Las secuelas de las recientes inundaciones sufridas en Pakistán vienen de nuevo a recordarnos la arrogancia de las aguas. La quinta parte de la superficie de este país se ha visto afectada por las lluvias y las riadas. Se estima en unos 20 millones de prójimos los afectados por esta catástrofe, un número tan elevado de víctimas que jamás han provocado de una sola vez los cataclismos del fuego, del aire o de la tierra.
Los afectados se quejan de que reciben la ayuda a cuentagotas. Están pendientes de la llegada de unos 460 millones de dólares procedentes de la ONU. Mientras tanto, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) acaba de enviar hacia Pakistán material sanitario, antibióticos, antiparasitarios, antidiarréicos y equipos de electromedicina por un valor de 100000 euros, lo que permitirá asistir durante unos 3 meses a cerca de 100000 personas. Es justo recordar que en este auxilio han colaborado la Generalitat Valenciana, la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional, la Agencia Catalana de Cooperació al Desenvolupament, el Ayuntamiento de Barcelona, el Fondo de Ayuda Humanitaria y Emergencias de Farmamundi (FAHE) y la Agencia Humanitaria de Galicia.
Es curioso. Esos mismos aguaceros, ahora implacables y exterminadores, inspiraron en su día aquellos versos del poeta pakistaní Parveen Shakir, que en su poema titulado “Un mensaje” venía a decirnos algo así como:
“Es el mismo tiempo.
La risa de la lluvia
suena en los árboles, ecos”.
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