Sabedor de mi afición por la lectura, acaba de regalarme el generoso Aloysius un libro titulado “El optimista racional”, del prolífico Matt Ridley. Hace ya unos cuantos años que conozco a este excepcional divulgador gracias a otra obra suya, “Genoma”.
El bueno de Ridley, doctorado en Oxford y colaborador de medios tan prestigiosos como “The Economist”, ha escrito un ensayo en el que trata de derribar con fundados argumentos aquella máxima de los clásicos que aseguraba que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Tal vez engañado por la ola de pesimismo económico y social que parece continuar inundando nuestras vidas, me llamó la atención unas líneas del libro en las que el autor afirma que nuestros prójimos contemporáneos, en líneas generales, viven mucho mejor que sus ancestros.
En uno de sus párrafos iniciales podemos leer que la disponibilidad de productos para comprar en Nueva York o en Londres es de diez mil millones, una cifra mareante que hace tan solo un siglo resultaría impensable. ¿Qué ocurrirá entonces dentro de 100 años?
Pero a pesar de que cada vez disponemos de mejores ecógrafos, vitaminas, ambulancias, vacunas, quirófanos, analgésicos, hospitales, insulinas, depuradoras, antibióticos… cientos de millones de seres humanos no consiguen superar la longevidad de sus padres o de sus abuelos. Nos quedamos sobrecogidos ante la magnitud de una desgracia colectiva, como la recientemente ocurrida en Japón o en Haití en un pasado muy cercano, pero las carencias cotidianas de muchísimas personas son el precio a pagar por la evolución constante de la especie humana sobre este planeta.
Para Ridley, la selección natural darviniana no queda restringida al ámbito puramente genético, sino que más bien afecta a las ideas. Una última paradoja, pues si bien las ideas residen en el cerebro, el encéfalo de un hombre o de una mujer contemporáneo no difiere tanto en tamaño y en composición con el de nuestros antepasados neardentales. Sí lo hace, en mi modesta opinión, en su estructura, en el número de interconexiones neuronales estimuladas sin tregua por el mundo que nos rodea. El teléfono es un invento que lleva conviviendo con nosotros varias décadas. Sin embargo, su mera existencia facilitó la invención y el desarrollo de Internet, una autopista de la información mediante la cual cada día entramos en contacto con millones de datos, con infinidad de ideas y opiniones que conforman una inteligencia humana colectiva y acumulativa.
Para seguir progresando, nuestra misión es procurar que las generaciones futuras puedan disfrutar de las maravillas que hoy tenemos y de las que a buen seguro vendrán en el futuro. Seamos pues optimistas, pero racionales.
1 comentario:
El binomio optimismo-pesimismo es como todas las cualidades humanas una abstracción de lo que esperas a futuro, es una forma de predecir sin haber intentado aún, y vale resaltar que coexisten, son inseparables y se retroalimentan, además de que existen con un propósito, el de predecir y de acuerdo a esto adecuar la forma de actuar del individuo, perfecto, ya habiendo tenido nuestro marco de referencia hace falta darle algún valor, ya que lo que es pesimista para algunos para otros es optimista y todos están en lo cierto debido a que cada uno le da un enfoque y valor distinto, pero que completa el circulo dicotómico.
Mi opinión es que después de haber leído el libro y de acuerdo a mi formación médica y conocimientos actualizados en otras áreas como psicología, antropología, genética, biología molecular, economía, entre otros, concuerdo con muchos enfoques del autor sobre las teorías de la evolución del pensamiento, aunque discrepo en otros como lo que han mencionado sobre la situación económica en África, ya que si en dado caso supongamos que no existe intervención sobre las enfermedades o situación económica, las leyes darwinianas de la selección natural llevan la delantera y se llevara a cabo la supervivencia del mas fuerte, lo cual, en dado caso es excelente, porque podríamos observar la evolución del hombre sin intervención económica, médica, social, lo cual podría dar lugar a una raza mas resistente, por ejemplo. Y definitivamente rechazo algunas otras teorías que el autor menciona, pero en general es un libro interesante que permite adentrarnos en la idea del autor, el cual, no tiene la última palabra de lo que será del futuro de la humanidad, pero sus expectativas son bastante optimistas (redundando al título) y me parece interesante que haya abordado el éxito evolutivo del hombre desde el intercambio de bienes, ya que esto permite entender la evolución social y la estrecha relación de la mente humana con el valor abstracto de las cosas.
Me gustaría concluir con que es un libro bueno, que es una novela "pseudo-científica" y bien, pues tratarla como tal, una novela y como toda lectura siempre aprendes algo diferente, nuevo y bueno...
Saludos.
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