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22 abril 2011

MAÑANA DE JUEVES SANTO


Subimos por cuestas empinadas hasta el castro de Santomé. Casi nadie se atreve ya con la vieja calzada romana. Cruzamos el bosque de robles, madroños, pinos y laureles, donde dicen que aun permanece oculta una cova dos mouros. A sus 81 años, Adela nos cuenta las leyendas que conoció gracias a su abuela: - "dicen que las moras eran muy hermosas"... 


Durante la Guerra Civil, en esa misma gruta que comunica la montaña con las orillas del Loña, se escondieron los vencidos para evitar las represalias de los vencedores. Maldita contienda fratricida. 


Nos asomamos al barranco desde el que se escucha el rumor de los remolinos de las Marmitas de Xigante. Tercas piedras y aguas turbulentas van labrando el escarpado paisaje mientras el tiempo se ha detenido entre las ramas de los árboles. Qué difícil resulta vivir hoy en día entre los muros derribados y los caminos abandonados de este espléndido entorno, a tan solo escasos kilómetros de la capital ourensana. 

En Mende, cerca del balneario abandonado, las zarzas y las enredaderas se han  adueñado progresivamente del antiguo camino que conduce hasta los manantiales. El agua huele a azufre y la campiña a hierbabuena. Javier, el más viejo del lugar, recuerda cómo antaño acudían los enfermos para lavar sus úlceras y heridas en aquellas aguas termales. 

Una viña abandonada nos flanquea. Murmuran los charcos. En una viga carcomida, una bola de musgo y hojas nos revela el nido de una carriza. De repente, la lluvia ha cesado y entonces la luz de la mañana de Jueves Santo vuelve a abrirse entre el frondoso corredor que hemos ido atravesando...

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