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21 agosto 2011

PARQUE JURÁSICO



Fósil de Caudipteryx
Quizás hay sido este agosto tan incómodamente caluroso y que hora anuncia su extinción, la causa del desasosiego del viejo Aloysius, cuyo cuerpo y menta parecen no alcanzar acomodo. Para calmar su aburrimiento, una de estas tardes de incendios se encerró en casa con la saga completa de “Parque Jurásico” y el aire acondicionado a toda mecha. 
Y desde entonces, como si hubiera revivido antiguas inquietudes, no para de enviarme correos electrónicos sobre la clonación. Creo recordar que esta singular tecnología biológica era empleada como el argumento principal en la primera película de Steven Spielberg, estrenada en 1993. Como tantas otras veces, la ficción se adelantó a la realidad, pues hasta 1996 no fue clonada la famosa oveja Dolly, en el Instituto Roslin de Escocia.
Con el devenir de los días se ha ido avanzando en estas cuestiones a pasos agigantados, y la ciencia deberá seguirse enfrentando a dilemas éticos cada vez más complejos. El 20 de mayo de 2010, el equipo del controvertido John Craig Venter, pionero en la secuenciación del genoma humano, publicó en la prestigiosa revista Science que su equipo había sido capaz de fabricar el genoma de una bacteria sintéticamente. Se trata de un paso previo para el desarrollo de nuevas formas de vida artificiales cuyos genomas diseñados en el laboratorio. Aunque no precisamente para 2019, los replicantes de “Blade Runner” tampoco andarían mucho más lejos…
Regresemos al mundo de los dinosaurios. El cine nos ha dejado encima de la mesa la hipótesis de su resurrección mediante clonación, tarea harto complicada pues se necesitaría ADN en óptimas condiciones y no en estado fósil. Pero, ¿podríamos darla la vuelta al calcetín?
Hace exactamente dos veranos, en agosto de 2009, el Dr. Hans Larsson, especialista en macroevolución biológica de la Universidad de McGill (Montreal, Canadá) se planteó la idea de reproducir el cuerpo de un dinosaurio a partir de embriones de pollo. En otras palabras, la manipulación del ADN de las aves en etapas muy iniciales de su desarrollo podría conseguir la recuperación de determinados rasgos anatómicos de algún dinosaurio que hubiera sido su común predecesor, y que se fueron perdiendo a lo largo de millones de años, el tiempo que ha durado la evolución de las especies.
Larsson maduró su idea tras largas conversaciones con el paleontólogo norteamericano Jack Horner, colaborador científico de Spielberg en su galardonada cinta. En su reciente libro “Cómo crear un dinosaurio” Horner menciona este tipo de experimentos con embriones como un paso previo para crear el Chikenosaurus (y no es una broma). 
A pesar de que existen importantes barreras para este tipo de investigaciones, Arhat Abzhanov, un biólogo evolutivo de la Universidad de Harvard espera poder transformar algún día embriones de pollo en Maniraptoras, los pequeños dinosaurios precursores de unas 10000 especies de aves actuales.

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