Pocas veces quedan para la
posteridad los nombres nombre de los ministros de Sanidad. En el Reino Unido,
en plena posguerra, Nye Bevan sentó las bases del que sería el Sistema Nacional
de Salud británico (NHS), un pionero respecto a la universalidad y gratuidad de
los servicios sanitarios públicos.
En España existe un caso
curioso. Fernando Abril Martorell, que dirigió varios ministerios y fue incluso
Vicepresidente del gobierno en la etapa de Adolfo Suárez, posteriormente fue
encargado por Felipe González de la elaboración de aquel famoso análisis sobre
la reforma del Sistema Nacional de Salud español, más popularmente conocido
como el “Informe Abril”.
Pero el que se lleva la palma es
Marc Lalonde, ministro de Sanidad canadiense en 1974, y que como Fernando Abril
tampoco era médico. El “informe Lalonde” supuso un antes y un después en la
historia de la Salud Pública, en la forma de entender la promoción de la salud
y la prevención de la enfermedad.
Lalonde se percató que el 90% del estado de
salud de un individuo depende de la biología, del entorno y del estilo de vida,
y que sólo el 10% restante es responsabilidad del sistema sanitario. Parafraseando
a los clásicos populares, somos lo que comemos, lo que respiramos, lo que
hacemos, lo que nos hacen y lo que llevamos escrito en nuestros genes.
Pero, considerando todos estos
preceptos, ¿qué nos depara la medicina del futuro? Respecto a los determinantes
biológicos, los expertos opinan que nuestra genética decide la mitad de nuestra
salud. Llegará el día en que la secuencia de nuestros genes sea muy barata y
asequible; pero mientras tanto podemos avanzar hacia el futuro propiciando una
medicina más predictiva, participativa, personalizada y preventiva (las 4 P).
Los determinantes ambientales
son los responsables del 25% de nuestra patología. Esta realidad tampoco
resulta novedosa. La influencia del medio ambiente en la salud y la enfermedad
se conoce desde los tiempos de Hipócrates. Solamente un dato al respecto. Según
el “Proyecto Aphekom”, que analizó la contaminación de 25 ciudades europeas, vivir en un entorno polucionado podría
restar 2 años de media del tiempo de vida.
Y qué decir de los estilos de
vida, de las enfermedades relacionadas con el tabaquismo, con el abuso del
alcohol, con el sedentarismo y la dieta inadecuada, heraldos de esos cuatro
jinetes del Apocalipsis que llamamos cáncer, diabetes, EPOC y enfermedades
cardiovasculares…
Finalmente, los sistemas
sanitarios continúan en el candelero. Habrá que hilar muy fino para seguir
manteniendo su eficacia en unos tiempos que demandan gestión y racionalización
de los recursos.
Porque, como sostiene Vicente
Ortún, decano de Económicas y Empresariales de la Universidad Pompeu Fabra de
Barcelona, en la gran crisis china de los años 50 la gente no se moría por
falta de medicinas, sino por falta de democracia.
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