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10 junio 2012

MEDICINA PSICODÉLICA



"Brainbow hippocampus"
Tamily A. Weissman
Nature 450, 56-62 (1 November 2007)


Algunos de mi quinta, aunque por juventud no disfrutamos en directo del apogeo de la cultura psicodélica, hemos escuchado hasta la saciedad el “Norwegian Wood (This bird has flown)” de The Beatles, incluido en el fabuloso “Rubber Soul” junto con “Michelle”, una de mis favoritas, la discografía completa de The Doors y los primeros álbumes de Pink Floyd, cuando todavía funcionaba la dinamo del malogrado ingenio de Syd Barrett. 

Engañamos nuestras miradas recreándonos en los colores del arte psicodélico, caleidoscópicos, fractales, fosfénicos, orientales, y leímos algunas páginas de “Las puertas de la percepción” de Aldous Huxley, el de “Un mundo feliz”, ese que tanto nos hace falta ahora.

La medicina psicodélica se inició con el descubrimiento de la dietilamina del ácido lisérgico, más popularmente conocida como LSD. Ocurrió en 1938 en los laboratorios Sandoz de Basilea, fruto del trabajo del químico Albert Hoffmann; como otros hallazgos ocurridos en la historia de la medicina, el propio investigador descubrió los efectos de esta droga, después de modificarse accidentalmente una muestra en su laboratorio. Tras probar el fármaco, la experiencia repleta de alucinaciones fue aterradora y espectacular, relatada por el propio Hoffmann con todo lujo de detalles. 

Durante las décadas de los 50 y 60 se investigaron los posibles usos terapéuticos del LSD en terapia psicoanalítica, como tratamiento del alcoholismo e incluso como analgésico para enfermos terminales de cáncer.

Aunque el término psicodélico se debe al psiquiatra británico Humphry Osmond, que se refirió así a este tipo de sustancias en una carta escrita al mismísimo Aldous Huxley, la figura de Timothy Leary y su encarnizada defensa del uso lúdico de esta droga dio origen a todo un fenómeno contracultural. Sostiene el malicioso Aloysius que en 1953, el Dr. Osmond le había proporcionado a Huxley varias dosis de mescalina (alcaloide del peyote), y que de aquel colocón nació la inspiración para escribir “Las puertas de la percepción”.

Sea como fuere, las drogas psicodélicas han tenido mala prensa, a pesar de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ratificó en 1971 el uso de algunas de ellas con finalidades científicas y médicas. En 2010, el Dr. Franz Vollenweider y otros investigadores de la Unidad de Neuropsicofarmacología del Hospital Psiquiátrico Universitario de Zurich, propusieron retomar el uso de sustancias psicotrópicas como el LSD, la ketamina o la psilocibina para el tratamiento de ciertos tipos de depresión, trastornos compulsivos y malestar crónico.

La todopoderosa Food and Drug Administration (FDA) de EEUU aprobó el empleo de psilocibina en el tratamiento de pacientes en fase terminal, para aliviar el sufrimiento psicológico causado ante la proximidad de la muerte. También se comenzó a usar la ibogaina como catalizador y se retomaron las investigaciones con LSD para el tratamiento del alcoholismo por un grupo de investigadores noruegos, una vía terapéutica abandonada entre 1966 y 1970.

Con una finalidad ansiolítica y a enfermos terminales de cáncer, prestigiosos centros médicos les están administrando diferentes sustancias de este tipo (incluso MDMA o éxtasis) para paliar la depresión y la angustia de aquellos prójimos que se encuentran a un paso de la muerte.

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