"Brainbow hippocampus"
Tamily A. Weissman
Nature 450, 56-62 (1 November 2007)
Algunos de mi quinta, aunque por
juventud no disfrutamos en directo del apogeo de la cultura psicodélica, hemos
escuchado hasta la saciedad el “Norwegian Wood (This bird has flown)” de The
Beatles, incluido en el fabuloso “Rubber Soul” junto con “Michelle”, una de mis
favoritas, la discografía completa de The Doors y los primeros álbumes de Pink
Floyd, cuando todavía funcionaba la dinamo del malogrado ingenio de Syd
Barrett.
Engañamos nuestras miradas recreándonos en los colores del arte psicodélico,
caleidoscópicos, fractales, fosfénicos, orientales, y leímos algunas páginas de
“Las puertas de la percepción” de Aldous Huxley, el de “Un mundo feliz”, ese que
tanto nos hace falta ahora.
La medicina psicodélica se inició
con el descubrimiento de la dietilamina del ácido lisérgico, más popularmente
conocida como LSD. Ocurrió en 1938 en los laboratorios Sandoz de Basilea, fruto
del trabajo del químico Albert Hoffmann; como otros hallazgos ocurridos en la
historia de la medicina, el propio investigador descubrió los efectos de esta
droga, después de modificarse accidentalmente una muestra en su laboratorio.
Tras probar el fármaco, la experiencia repleta de alucinaciones fue aterradora y espectacular, relatada
por el propio Hoffmann con todo lujo de detalles.
Durante las décadas de los 50
y 60 se investigaron los posibles usos terapéuticos del LSD en terapia
psicoanalítica, como tratamiento del alcoholismo e incluso como analgésico para
enfermos terminales de cáncer.
Aunque el término psicodélico se
debe al psiquiatra británico Humphry Osmond, que se refirió así a este tipo de
sustancias en una carta escrita al mismísimo Aldous Huxley, la figura de
Timothy Leary y su encarnizada defensa del uso lúdico de esta droga dio origen
a todo un fenómeno contracultural. Sostiene el malicioso Aloysius que en 1953,
el Dr. Osmond le había proporcionado a Huxley varias dosis de mescalina
(alcaloide del peyote), y que de aquel colocón nació la inspiración para
escribir “Las puertas de la percepción”.
Sea como fuere, las drogas
psicodélicas han tenido mala prensa, a pesar de que la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) ratificó en 1971 el uso de algunas de ellas con finalidades
científicas y médicas. En 2010, el Dr. Franz Vollenweider y otros
investigadores de la Unidad de Neuropsicofarmacología del Hospital Psiquiátrico
Universitario de Zurich, propusieron retomar el uso de sustancias psicotrópicas
como el LSD, la ketamina o la psilocibina para el tratamiento de ciertos tipos
de depresión, trastornos compulsivos y malestar crónico.
La todopoderosa Food and Drug
Administration (FDA) de EEUU aprobó el empleo de psilocibina en el tratamiento
de pacientes en fase terminal, para aliviar el sufrimiento psicológico causado ante
la proximidad de la muerte. También se comenzó a usar la ibogaina como
catalizador y se retomaron las investigaciones con LSD para el tratamiento del
alcoholismo por un grupo de investigadores noruegos, una vía terapéutica
abandonada entre 1966 y 1970.
Con una finalidad ansiolítica y a
enfermos terminales de cáncer, prestigiosos centros médicos les están administrando diferentes
sustancias de este tipo (incluso MDMA o éxtasis) para paliar la depresión y la angustia
de aquellos prójimos que se encuentran a un paso de la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario