El 14 de mayo de 2013, tras el
acorde final del concierto de Pat Martino en el Café Latino de Ourense, algunos
de los espectadores sufrieron la tentación de comparar la magnífica actuación
que acababan de disfrutar con la protagonizada la noche anterior, sobre el
mismo escueto escenario, por el guitarrista neoyorkino Mark Whitfield. Poco o
nada que ver, como las clavijas y las cuerdas, dos partes bien diferenciadas de la guitarra, cada una con su función específica, ambas imprescindibles para que el
sonido fluya en toda su plenitud a partir del popular instrumento.
Ambos artistas tienen en común
haber trabajado junto al excepcional pianista y organista Jack McDuff, al que
el veterano guitarrista de Filadelfia dedicó uno de los temas postreros de su
repertorio ocasional. A su vez, George Benson, considerado el mentor de
Whitfield en sus inicios profesionales, compartió también uno de sus álbumes
con “Brother” Jack McDuff. Por si no fueran suficientes las coincidencias, Whitfield y Martino lideraron sendos tríos de
guitarra, batería y órgano Hammond, eso sí, con desigual efectividad en los
teclados (un tanto a favor de Pat Bianchi) y un honroso empate técnico en las baquetas,
entre el tarraconense Esteve Pi y Carmen Intorre, un joven y poderoso percusionista
dotado de un hermoso nombre de mujer y con la potencia indómita de un martillo
hidráulico.
Además, el hard bop se acicaló con estéticas bien distintas. Cabellera alba y peinada la de Martino, casi 70 años a la espalda, de aspecto frágil y delicado de salud, vistió una impecable americana, una camisa blanca y una corbata oscura, calzando las botas
camperas que apenas parecían sostener su figura enjuta. Whitfield, musculoso y cincelado, lucía una camiseta negra que terminó completamente empapada, acodado sobre el mástil
de su guitarra sorteando como un buen púgil fajador una velada completa de soul jazz saturada de complicados scherzos melódicos.
Confieso mis preferencias. Me
quedo con Martino, con su “Blue Bossa Nova”, con este primer concierto suyo en
Auriavella culminando alrededor de la media noche, recordándonos al grande Thelonius Monk, mientras las notas que brotaban de su guitarra negra se mecían en el ambiente,
oscilantes, revoloteando de un lado para otro, en una genial recreación del “All Blues” del colosal Miles Davis. Por algo Pat Martino aprendió
a tocar la guitarra dos veces en una misma vida.
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