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11 mayo 2013

REDES SOCIALES Y MEDICINA



Resulta evidente que la mayoría de nosotros utilizamos las redes sociales de manera cotidiana. En el sentido más amplio, comprar unas entradas para un concierto a través de Internet o conversar mediante las aplicaciones y la mensajería de nuestros teléfonos y ordenadores se ha convertido en algo inherente a nuestra existencia. ¿Cómo podíamos vivir antes sin todos estos avances en las comunicaciones? A los más jóvenes podrá parecerle increíble, pero muchos sobrevivimos en este planeta antes de Internet, la web 2.0 y las apps para los móviles. 

Sostiene Aloysius que en el espacio de un diminuto microchip hoy en día cabe el saber enciclopédico de la humanidad. Las apuestas para dirimir discusiones culturales ya no tienen el aliciente de antaño, por culpa de Google. Cada día tengo menos claro cómo va a terminar esta fascinante aventura. Quizás no finalice nunca, y todo esto siga creciendo hasta el infinito, de forma exponencial. Probablemente, en unas pocas décadas, nuestra sociedad cambiará tanto que cuando los recién nacidos actuales se jubilen, nuestro mundo será completamente distinto.

Por supuesto, todo aquello relacionado con la medicina tampoco ha podido mantenerse al margen de tanta vorágine. Desde hace unos años, en la relación clásica entre médico y pacientes, resulta habitual que me consulten dudas previo asesoramiento en Internet. En aproximadamente 0.18 segundos, Google es capaz de encontrar 73.2 millones de resultados sobre la palabra “enfermedad”, y en 0.30 segundos, 552 millones sobre la palabra “salud”. Aquí, como en los western, los buenos ganan por goleada. 

Pero dejando a un lado el uso lúdico de la red de redes, es cierto que los profesionales de la medicina utilizamos cada día más las medios de comunicación sociales para la relación con nuestros compañeros y también con nuestros pacientes. Los grupos y las comunidades de pacientes están proliferando en las redes sociales. La historia clínica informatizada, aunque siempre mejorable, ha supuesto un avance en la atención primaria y especializada de salud. Existen sencillas y variadas aplicaciones para los teléfonos capaces de mejorar la calidad de vida de los enfermos y ayudar a sus cuidadores y familiares.

Pero estos geniales instrumentosde comunicación, como algunos cuchillos, tienen doble filo. Conozco el ejemplo protagonizado por un residente de cirugía norteamericano, que durante una intervención grabó con su móvil a un especialista insertando un tubo en la garganta de un paciente cuyo rostro era totalmente visible. Posteriormente, colgó ese vídeo doméstico en YouTube, en un foro destinado a médicos en prácticas. 

Además de las consideraciones éticas, este tipo de actuaciones involuntarias y desprovistas de toda malicia, llegada la ocasión pueden acarrear incómodas implicaciones jurídicas. Los que saben mucho sobre estas innovadoras cuestiones recomiendan siempre la máxima cautela respecto a la confidencialidad, el anonimato, el consentimiento expreso del paciente, la discreción y un exquisito respeto en la relación médico – paciente.





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