Estamos en tiempo de la gripe. Se
desbordan los servicios de urgencias y las consultas de atención primaria. Las
complicaciones de esta enfermedad hacen mella en el colectivo de las personas
mayores afectadas por otras enfermedades. Digamos que el virus de la gripe es
cobarde, se aprovecha de la debilidad. Hay incluso quien ha cuestionado la
efectividad de las campañas de vacunación, al parecer menos protectoras este año
que en los anteriores.
Si consultamos las hemerotecas, este caos se
repite cíclicamente, con la llegada del invierno. Es una situación que puede y debe
preverse. Un euro gastado en prevención ahorra muchos otros en medicina asistencial.
Es un axioma básico cuyo efecto práctico, sin embargo, no llega a cuajar.
Existe
otro fenómeno paralelo que también se reproduce, a propósito de la gripe. Las campañas
en los medios de comunicación incrementan su intensidad y diferentes preparados
se convierten en los reyes de la publicidad farmacéutica. Nos estamos
refiriendo a los antigripales mediáticos, algunos ya clásicos de reconocida
solera. En líneas generales, y sin mencionar marcas, son cócteles
medicamentosos destinados al alivio sintomático del paciente griposo: fiebre,
dolores de cabeza y musculares, tos y mucosidad abundante.
En esencia, el antigripal estándar
contiene en su formulación un analgésico – antipirético. Los más empleados son
el paracetamol y el ácido acetilsalicílico, este último de popularidad infinito
gracias un inevitable nombre comercial: Aspirina ®. En los últimos años, el
ibuprofeno, un antiinflamatorio no esteroideo muy utilizado, ha ido ocupando el
tercer puesto en este podium de los analgésicos.
En segundo lugar, la
clorfenamina es otro componente habitual de los antigripales. Se trata de un
veterano antihistamínico que pretende tratar los síntomas de rinitis asociados
a la gripe: estornudos, goteo y obstrucción nasales. A pesar de que décadas de
comercialización amparan su uso, no está exenta de numerosos efectos
secundarios.
Algo similar ocurre con la
fenilefrina y la pseudoefedrina, medicamentos manejados como
descongestionantes, el primero de ellos, más eficaz en forma inhalada, y el
segundo, cada vez menos empleado por su potencial adictivo. La ficción
televisiva la ha hecho famosa. En la exitosa serie “Beaking Bad”, partiendo de la
pseudoefedrina sus protagonistas sintetizan metanfetamina, una conocida droga
cuyo consumo provoca devastadores perjuicios para la salud.
En tercer lugar se encuentran
los antitusivos, fundamentalmente dextrometorfano, pero también codeína, aunque
en menor medida, porque también puede provocar adicción.
Por último, otras
sustancias como el ácido ascórbico (vitamina C) y la cafeína suelen complementar,
junto con sus correspondientes excipientes, esos bálsamos de Fierabrás que, si
le hacemos caso a la publicidad, son capaces de aliviar al instante cohortes
completas de tan molestos síntomas. Y así, de esta maravillosa manera, los pañuelos
desaparecen, por arte de magia.
1 comentario:
Me puedes activar algo que tenga clorfenamina para la rinitis?
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