He visitado un colegio de Educación Especial de mi entorno y he podido constatar la existencia de una serie de niños afectados por esas enfermedades raras que son el objeto de los cotidianos desvelos de su admirable grupo de cuidadores profesionales.
He visto niños afectados por los síndromes de Alpert, de Down, de Niemann - Pick, de Seckel, de West, de Wilson...; he visto esos casos reales que muchos médicos pensamos que existen sólo en la iconografía de los tratados especializados de Pediatría, pero que la realidad se empeña tozuda en ponerlos delante de nuestros ojos.
Mientras celebro junto a mis amigos Magali y Quique el feliz nacimiento de sus mellizas, he visto niños afectados por un retraso mental profundo causado por determinadas complicaciones de los partos gemelares.
Me he quedado fascinado por el caso de Fernando, un muchacho autista con un cierto retraso mental secundario a un hipogonadismo. Su máxima ilusión es ser policía. Recuerda de manera fidedigna algunos acontecimientos relacionados con las autoridades que visitan su centro escolar, aunque nadie le haya hablado de ellos previamente. Esta facultad de Fernando se basa tan sólo en lo que ha visto o leído en los medios de comunicación.
De manera general, 4 de cada 1000 niños se ven afectados por el síndrome de autismo, que salvo en contadas ocasiones, está presente desde el mismo momento del nacimiento y suele manifestarse entre los 18 meses y los 3 años de edad.
Existen ciertos mitos sobre este síndrome que han aparecido en la literatura y el cine (como por ejemplo en “Rain Man”, dirigida en 1988 por Barry Levinson) que nos presentan a un pequeño segmento de autistas con elevado grado de inteligencia. En la mayoría de los casos no existe un retraso mental propiamente dicho sino que ocurre un trastorno variable del desarrollo psíquico debido a las deficiencias presentadas en la comunicación y a la falta de aprendizaje.
Goethe dijo en su día: "amo a los que sueñan imposibles".
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