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10 octubre 2005

PERPETUUM MOBILE


Un gran amigo que habita en una cercana rama del árbol de la vida me ha despertado cantando en su desasosiego (y no le faltan razones para mostrarse a veces incomodado) unos bellos versos de Fernando Pessoa:

"Yo no canto a la noche
que en mi canto
el sol que canto
ha de acabar en noche"

Dejó escrito el profesor Stephen Jay Gould:

"La Tierra experimentó varias edades de hielo, pero nunca se congeló completamente, ni un solo día. La vida fluctuó a través de episodios de extinción global, pero nunca cruzó la línea de cero, ni siquiera durante un milisegundo. Durante todo este tiempo el DNA ha estado funcionando, sin ni siquiera una hora de vacaciones ni tan sólo un momento de pausa para recordar a los hermanos extinguidos de mil millones de ramas muertas, caídas de un árbol de la vida que crece sin parar".

("Acabo de llegar. El final de un principio en historia natural"; página 27. Ed. Crítica, Barcelona 2002).

Es cierto que a unos nos ha tocado residir en el perpetuum mobile; pero eso no significa que siempre tengamos que mantener el mismo nivel de exigencia para con el prójimo, ya que a veces resulta tan bueno frenar como acelerar. Lo contrario provoca agotamiento y éste nos puede llevar indefectiblemente a páramos estériles.

Ser discípulo del desasosiego...; a veces los ombligos de los demás también son harto interesantes, porque hay un cosmos formado por millones de microcosmos. Fascinante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Actos, actos: ¿dónde están los actos? Pues el infinito que comentamos tiene lanzas de otro infinito que nos faltaría todavía por ver."

Giordano Bruno

Anónimo dijo...

EN ROMA (TRASLACIÓN)

Todos se percataron de la calidad y simplicidad de su enseñanza: siempre munido de pruebas sólidas, persuadía fácilmente. Solía decirse que podría hablar toda la jornada. Su corazón estaba tan colmado por la fe, que podía expresar fácilmente las verdades cristianas. Aloysius Stepinac era un hijo fiel del pueblo croata que, desde hacía siglos y a pesar de todos los acontecimientos dramáticos, había sabido conservar su fidelidad a la Santa Sede. Aloysius se inscribió en la Universidad Gregoriana en noviembre de 1924.

Pasaba más tiempo que sus colegas leyendo libros, revistas y diarios, descubriendo sin cesar cuestiones pastorales de actualidad y como siempre tomaba notas, preparaba ya el material de sus futuras predicaciones.

Se ocupaba también, con mucho fervor, de estudiantes sin recursos; abrió para ellos una cantina y se ocupó de su alojamiento y de todo aquello que les fuera necesario. Por todas partes, Stepinac producía una agradable impresión. En 1934 organizó un curso para intelectuales y estudiantes en vista de la acción caritativa. Los pobres lo amaban intensamente.

De acuerdo a ciertos testimonios, a menudo entregaba sus alimentos a los necesitados, mientras él comía muy poco. Actuaba con eficacia. Era siempre y en todo lugar un verdadero sacerdote en toda la acepción del término.