El otro día tuve la oportunidad de leer un artículo firmado por el polémico periodista Carlos Nicolás, especialista en temas sanitarios y actualmente director de la revista electrónica “Acta Sanitaria”. Convertirse en un informador especializado en aquellas espinosas cuestiones que tienen que ver con la salud y la enfermedad se me antoja tarea harto complicada, al menos tanto como la de convertirse en médico de familia, de cabecera, de atención primaria, o como leches le queramos llamar. El apelativo controvertido se lo adjudico considerando que algunas veces comparto sus planteamientos y otras veces no. De esta sutil manera, me mantengo fiel a la etimología de la palabra, que creo viene del latín controversus (discutible).
Comentaba en su artículo el Sr. Nicolás las supuestas causas que el gobierno de España atribuye al rechazo de la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria por parte de los futuros aspirantes a Médico Interno Residente (MIR). Éstas textualmente son: la relativa complejidad de la atención sanitaria integral en el ámbito de la atención primaria, la presión asistencial directa que sufrimos como profesionales (sólo superada por aquellos valientes que siguen trabajando en los servicios de urgencias), el acceso restringido a las pruebas diagnósticas especializadas y la sobrecarga administrativa y burocrática. Ya he comentado en otras ocasiones lo increíble que me parece que a los modernos médicos de primaria nos pueda resultar tan poco atractiva nuestra profesión, en comparación con aquellos heroicos compañeros de un pasado no tan lejano que incluso recorrían nuestra geografía a lomos de una montura para aliviar al prójimo.
Generalmente, en medicina, una vez conocida la causa y diagnosticado el mal, resulta indispensable aplicar el remedio. Y aquí, no valen emplastos, porque siguiendo con el dichoso artículo que hoy me atrevo a comentar, los últimos datos presentados en el informe de Estadística del Gasto Sanitario Público, correspondientes al año 2005, éste se vio incrementado en algo más de 51000 millones de euros. Del reparto de tan suculento pastel presupuestario, el 54.2% se fue para la atención especializada, con casi un 1.5% más que en el ejercicio anterior.
Si el gobierno, la oposición, los sindicatos, los profesionales y los usuarios del sistema están de acuerdo en lo mejorable que puede ser la atención primaria, ¿por qué no se invierten las tendencias presupuestarias? Se lo pregunta Carlos Nicolás, y nos lo preguntamos unos cuantos más. Ante tanta zozobra, padece mi consternado Aloysius un ataque del síndrome del Kleenex ®, ese socorrido pañuelito de papel que igual nos enjuga una mocadita que una furtiva lágrima. Una vez usado, su destino final de todos nosotros es conocido; ¿o no?
Comentaba en su artículo el Sr. Nicolás las supuestas causas que el gobierno de España atribuye al rechazo de la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria por parte de los futuros aspirantes a Médico Interno Residente (MIR). Éstas textualmente son: la relativa complejidad de la atención sanitaria integral en el ámbito de la atención primaria, la presión asistencial directa que sufrimos como profesionales (sólo superada por aquellos valientes que siguen trabajando en los servicios de urgencias), el acceso restringido a las pruebas diagnósticas especializadas y la sobrecarga administrativa y burocrática. Ya he comentado en otras ocasiones lo increíble que me parece que a los modernos médicos de primaria nos pueda resultar tan poco atractiva nuestra profesión, en comparación con aquellos heroicos compañeros de un pasado no tan lejano que incluso recorrían nuestra geografía a lomos de una montura para aliviar al prójimo.
Generalmente, en medicina, una vez conocida la causa y diagnosticado el mal, resulta indispensable aplicar el remedio. Y aquí, no valen emplastos, porque siguiendo con el dichoso artículo que hoy me atrevo a comentar, los últimos datos presentados en el informe de Estadística del Gasto Sanitario Público, correspondientes al año 2005, éste se vio incrementado en algo más de 51000 millones de euros. Del reparto de tan suculento pastel presupuestario, el 54.2% se fue para la atención especializada, con casi un 1.5% más que en el ejercicio anterior.
Si el gobierno, la oposición, los sindicatos, los profesionales y los usuarios del sistema están de acuerdo en lo mejorable que puede ser la atención primaria, ¿por qué no se invierten las tendencias presupuestarias? Se lo pregunta Carlos Nicolás, y nos lo preguntamos unos cuantos más. Ante tanta zozobra, padece mi consternado Aloysius un ataque del síndrome del Kleenex ®, ese socorrido pañuelito de papel que igual nos enjuga una mocadita que una furtiva lágrima. Una vez usado, su destino final de todos nosotros es conocido; ¿o no?
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