Existen máximas que se nos quedan grabadas a fuego desde la más tierna infancia, en esas misteriosas zonas cerebrales responsables de nuestro entendimiento y comportamiento. Hace ya algún tiempo que una de ellas redunda en mis pensamientos. Una vez me contó mi muy disconforme Aloysius que en el juego es tan importante saber ganar como saber perder. Parece sencillo; pero que se lo cuenten a Dino Meneghin, aquel terrible pívot italiano. Porque en nuestra sociedad ultracompetitiva, la filosofía utilitarista entiende que ante cualquier tipo de contienda lo importante es ganar, quiero decir, ser el primero. Aquello de lo importante es participar es olimpismo para los débiles, para los perdedores, para los conformistas. Y si no resultamos ganadores, el segundo puesto en la clasificación vale tanto como el quinto; o como el último. Como en el mundial de automovilismo, por ejemplo.
Recientemente, el prestigioso “Journal of Neuroscience” ha publicado el resultado de un estudio patrocinado por The Wellcome Trust. No teman los puristas; en realidad no se trata de ningún contubernio boticario, sino más bien de una fundación con fines caritativos que emplea sus fondos en la investigación para la mejora de la salud humana y animal. Fue creada en 1936, en el intento de administrar la fortuna legada por el magnate de la industria farmacéutica Sir Henry Wellcome. Dicen los expertos que maneja muchos cuartos, aunque no tantos como los primeros del escalafón, la Fundación de Bill y Melinda Gates.
Lo más original de este estudio es el supuesto hallazgo de la interrelación entre la pérdida de dinero y los sentimientos de miedo y de dolor. En lugar de mascotas de laboratorio, cajas de Skinner o parques de ratas de Bruce Alexander, los investigadores evaluaron a 24 individuos sanos mientras trataban de ganar dinero jugando una partida. Entretanto, su actividad cerebral fue estudiada mediante RNM (resonancia magnética funcional). Y así encontraron que los sujetos estudiados eran capaces de aprender a predecir cuándo podían perder o ganar. Pero, ¿dónde radica esta capacidad cerebral?; pues en una de sus áreas más profundas, el llamado cuerpo estriado, uno de los ganglios basales que funciona como sistema inhibidor de la corteza cerebral.
Curiosamente, este sistema neurológico de respuesta ante las pérdidas financieras resulta similar a otro capaz de predecir el dolor que puede causarle al organismo un daño inminente. Los investigadores concluyen que este estudio puede ser muy útil para llegar a conocer por qué unos individuos se convierten en ludópatas y otros no. Para ilustrar estas cuestiones, al pelo me vienen los versos de Jorge Riechmann, aquellos titulados “A pesar de”:
“Los trajes oscuros con ordenadores portátiles perderéis.
Los pies desnudos con silbidos significantes ganaremos.
Todas las probabilidades, todas las programaciones y todos los vaticinios están en contra, pero sucederá así”.
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