Imagen de "El gabinete del Dr. Caligari"
Acabo de leer unas páginas del sugerente libro “De pócimas y chips. La evolución de la Medicina”. Su autor es el Dr. García Barreno, catedrático de Fisiopatología Quirúrgica de la Universidad Complutense y académico de varias Reales Academias (permítanme la redundancia). En sus páginas iniciales, comentaba aquella idea que San Isidoro de Sevilla tenía en el siglo VI sobre los conocimientos necesarios para convertirse un buen médico: aritmética, para conocer la periodicidad de la enfermedades (más o menos, a esto le llamaríamos Epidemiología), geometría, para estimar las influencias del medio sobre la enfermedad (algo que también estudiamos en la moderna Higiene y Salud Pública), música, por sus supuestas propiedades terapéuticas (¡incluso amansa a las fieras!) y astronomía, por la influencia de los astros en las enfermedades del hombre. En resumen, para el santo obispo hispalense, todo galeno que se preciara debería ser experto maestro en las disciplinas del quadrivium de Martianus.
A medida que progresan las ciencias, y siempre considerando que los pilares de la medicina actual se asientan firmemente sobre el método científico, la epistemología generalmente también varía, modificando de paso la ética y la moral de los filósofos, políticos, gobernantes, jueces y usuarios del sistema sanitario en general. Antes de que la medicina fuera ciencia, el médico se había preocupado por el beneficio del paciente, buscando el efecto terapéutico (curar o sanar al enfermo), auxiliado en determinadas ocasiones por un cuerpo normativo destinado a la promoción de la salud. Pero la propia especialización de las diferentes ramas médicas hizo surgir disciplinas meramente diagnósticas, como Radiología, Análisis Clínicos o Anatomía Patológica; en ellas, el galeno no busca un efecto modificador del curso patológico, sino más bien un resultado.
Un resultado concreto es lo que también busca la llamada medicina satisfactiva. En este caso, el médico tampoco pretende curar al enfermo, que ya ni siquiera es un enfermo, un doliente, un paciente. En realidad ahora es un sujeto más o menos sano, un cliente, que busca por sí mismo un resultado muy concreto y que previamente le ha sido ofrecido por el médico. Para entendernos, dentro de esta nueva disciplina encuadraríamos a toda la cirugía estética, los implantes dentarios o las intervenciones quirúrgicas encaminadas a la esterilización voluntaria de nuestros prójimos (vasectomía y ligadura de trompas).
En caso de conflicto de intereses entre médico y paciente, viéndose ambos abocados al litigio para que un juez emita su sentencia, en el acto médico ya no basta con la obligación de disponer de los medios adecuados (conocimientos teóricos y habilidades prácticas). El convenio obliga ahora al galeno a la consecución de resultados. Opina el picapleitos Aloysius que la medicina asistencial queda transformada en una especie de contrato de arrendamiento de servicios, mientras que en la medicina satisfactiva más bien nos encontraríamos ante un contrato por arrendamiento de obra. En esta segunda situación, los médicos deberán ser especialmente cuidadosos en la obtención por parte del paciente del consentimiento informado, advirtiendo de manera concienzuda incluso de ciertos riesgos cuya estimación es remota. Pero, ¿a dónde nos lleva todo esto? En el caso de reclamaciones dentro de la medicina asistencial, serán el paciente y sus abogados los que deberán aportar la carga de prueba. Sin embargo, en la medicina satisfactiva, es el propio médico el que debe demostrar que ha proporcionado al paciente la información precisa sobre el tipo de intervención, los posibles eventos y las complicaciones que pudieran surgir durante el proceso, así como el resultado probable.
Afirma el profesor García Barrero en su libro que nacer y morir fueron durante miles de años actos personales; entre el inicio y el fin de la vida, muy pocos individuos se libraban de la enfermedad, algo que la medicina siempre trató (y yo añado, sigue tratando) de aliviar. Que así sea.
A medida que progresan las ciencias, y siempre considerando que los pilares de la medicina actual se asientan firmemente sobre el método científico, la epistemología generalmente también varía, modificando de paso la ética y la moral de los filósofos, políticos, gobernantes, jueces y usuarios del sistema sanitario en general. Antes de que la medicina fuera ciencia, el médico se había preocupado por el beneficio del paciente, buscando el efecto terapéutico (curar o sanar al enfermo), auxiliado en determinadas ocasiones por un cuerpo normativo destinado a la promoción de la salud. Pero la propia especialización de las diferentes ramas médicas hizo surgir disciplinas meramente diagnósticas, como Radiología, Análisis Clínicos o Anatomía Patológica; en ellas, el galeno no busca un efecto modificador del curso patológico, sino más bien un resultado.
Un resultado concreto es lo que también busca la llamada medicina satisfactiva. En este caso, el médico tampoco pretende curar al enfermo, que ya ni siquiera es un enfermo, un doliente, un paciente. En realidad ahora es un sujeto más o menos sano, un cliente, que busca por sí mismo un resultado muy concreto y que previamente le ha sido ofrecido por el médico. Para entendernos, dentro de esta nueva disciplina encuadraríamos a toda la cirugía estética, los implantes dentarios o las intervenciones quirúrgicas encaminadas a la esterilización voluntaria de nuestros prójimos (vasectomía y ligadura de trompas).
En caso de conflicto de intereses entre médico y paciente, viéndose ambos abocados al litigio para que un juez emita su sentencia, en el acto médico ya no basta con la obligación de disponer de los medios adecuados (conocimientos teóricos y habilidades prácticas). El convenio obliga ahora al galeno a la consecución de resultados. Opina el picapleitos Aloysius que la medicina asistencial queda transformada en una especie de contrato de arrendamiento de servicios, mientras que en la medicina satisfactiva más bien nos encontraríamos ante un contrato por arrendamiento de obra. En esta segunda situación, los médicos deberán ser especialmente cuidadosos en la obtención por parte del paciente del consentimiento informado, advirtiendo de manera concienzuda incluso de ciertos riesgos cuya estimación es remota. Pero, ¿a dónde nos lleva todo esto? En el caso de reclamaciones dentro de la medicina asistencial, serán el paciente y sus abogados los que deberán aportar la carga de prueba. Sin embargo, en la medicina satisfactiva, es el propio médico el que debe demostrar que ha proporcionado al paciente la información precisa sobre el tipo de intervención, los posibles eventos y las complicaciones que pudieran surgir durante el proceso, así como el resultado probable.
Afirma el profesor García Barrero en su libro que nacer y morir fueron durante miles de años actos personales; entre el inicio y el fin de la vida, muy pocos individuos se libraban de la enfermedad, algo que la medicina siempre trató (y yo añado, sigue tratando) de aliviar. Que así sea.
1 comentario:
Escribió la Dra. Paloma Merino Amador en la revista JANO, nº 1668 (27 de octubre - 1 de noviembre de 2007 - "La vuelta al mundo en 80 enfermedades"): las reglas sociales hacen del hombre la víctima casi perfecta para que gran parte de la vida quede determinada desde antes de nuestro nacimiento. El guióen de los capítulos está escrito en los deseos de nuestros progenitores, de nuestros futuros maestros, amigos..."
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