Imagen: "Comiendo", de Jordan Perez, en Flickr TM
Una tarde verano, tiempo para lucir los encantos y la miserias corporales, bajo el cielo parcialmente nublado de las playas de Panxón, mantenía yo un intrincado debate con mi muy sarcástico Aloysius. Pretendía conocer mi opinión sobre la epidemia de diabetes y obesidad que se nos avecina. Quería saber si en este fenómeno influiría más la genética, la alimentación inadecuada o la falta de ejercicio. Nos remontamos a nuestra infancia, cuando los niños salían del colegio y su diversión principal consistía en correr por los parques, dando cuenta de unos generosos bocadillos repletos de chorizo, salchichón, mortadela, queso, jamón York o serrano, según las preferencias maternas y las ofertas del mercado. Apenas se ven ya aquellas meriendas. En el reino del ocio informatizado da la impresión que los niños corren menos. Se nos han encogido los jardines mientras los michelines se nos van desbordando. Los chavales prefieren la Play Station ® al patio de vecinos, para jugar las pachangas y los rebumbios futboleros.
Sin embargo, recientemente los expertos en nutrición han reiterado la importancia de la alimentación desde el embarazo. Recomiendan a las madres que consuman pescado azul durante su gestación, pues así mejorarán el desarrollo mental de sus fetos. Aquellas que decidan amamantar a sus hijos también deberán escoger lo que comen, pues parece ser que durante la lactancia las dietas ricas en grasas pudieran provocar una mayor incidencia de prediabetes y obesidad en la descendencia. Esta circunstancia ya ha sido demostrada en experimentos con ratas de laboratorio, como los coordinados por el Dr. Bo Sun en la prestigiosa Universidad John Hopkins. Otros investigadores inciden más en el papel protector de la leptina presente en la leche materna frente a la obesidad infantil.
Los que saben mucho de estas cuestiones piensan que en un futuro muy cercano avanzaremos hacia la llamada nutrición personalizada. Ya veíamos anteriormente que la alimentación debe adaptarse al embarazo, la lactancia, la infancia, la juventud (sobre todo cuando se practica deporte) e incluso en la ancianidad. Las recetas para todos parecen no ser demasiado útiles. Los nutricionistas abogan más por una dieta equilibrada que por otra artificial a la que luego se le añadan complementos vitamínicos, tan de moda y tan demandados por nuestros prójimos en una sociedad cada día más dependiente de las píldoras. Los abogados de la dieta de los astronautas estiman una enorme pérdida de tiempo el hecho de ir al mercado a escoger nuestros alimentos, prepararlos en la cocina y disfrutarlos posteriormente, sin prisas. Slow food contra Fast Food. Sentido común versus cultura de la urgencia. Hagamos pues caso a los sabios.
En las universidades de Granada, Lérida y Ancona (Italia) están investigando los beneficios del aceite de oliva. Parece ser que retrasa el envejecimiento porque reduce el estrés oxidativo a nivel celular. Y de este aceite, como de fútbol, en España andamos bastante sobrados.
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