Después de 35 años, de nuevo he cruzado su umbral. Por unas horas deambulé por el cenobio que en su día fuera residencia para estudiantes universitarios, el Hogar San Francisco, colindante a la facultad de Medicina de la bella Compostela. Transformado hoy en día en un cuidado establecimiento hotelero, no queda ni rastro de nuestras antiguas habitaciones donde la señora de la limpieza no quería entrar, tiene usted en esa mesa expuestos los huesos de un cristiano, aunque todavía conserva intactas muchas de las instalaciones comunes que durante 4 maravillosos años fueron mi morada y mi refugio.
Puesta en marcha la compleja maquinaria de la memoria, comenzaron a resurgir las viejas historias del Coristado, del Soho, del Submarino y del Periscopio. Ahora existe una piscina donde antaño se erigía la lavandería, aroma de sábanas limpias y planchadas que nos acompañaba hacia aquella ajada cancha deportiva, tardes de futbito o baloncesto, bajo la atenta mirada del loro de Fray Guerra, reliquia viva de las misiones en Marruecos, que cada día aprendía una palabrota nueva, así era de sagaz aquel emplumado diablillo.
Recorrí pasillos irreconocibles, otrora francos caminos de camaradería. Tras una esquina, quizás permanecía escondida la visión del que estudiaba Patología armado con una linterna y escondido dentro de un armario, o de aquel genio de la Química que siempre deambulaba con prisa, como el Conejo Blanco de Alicia en el País de las Maravillas, bajo el eco intermitente de la megafonía que nos llamaba al teléfono o a la portería.
Incólumes los claustros, los patios y los comedores, el reservado para diario y el monumental para las fiestas, las cocinas totalmente renovadas, desaparecidos ya los renegridos fogones que coagulaban sobre las sartenes "la huevina" en acartonadas tortillas.
Afinando el oído pude escuchar a Suso Albarellos lijando alguna puerta que chirriaba quejosa, los felinos pasos del espectro embozado del Padre Feijoo, el insigne cura musicólogo de Outomuro, empeñado en confesarnos tras el viaje de intercambio con la Universidad de Copenhague, Farmacología en el caluroso verano del 83, o los acordes que atravesaban los sólidos muros de la sala de música, donde camparon a sus anchas los últimos de los 70, los Stones, los Creedence Clearwater Revival o Neil Young, en reñida competición con nuestros nuevos ídolos de los 80, heridos una y otra vez por la aguja del tocadiscos "Sunday Bloody Sunday" o "Message in a Bottle".
Como cantaban Los Secretos, nada es igual. Entré en el viejo café para preguntar por Cándido. Su dueño me contó que hacía 4 años que se había jubilado. Sabe Dios por dónde andará. Como tantos aquellos alegres muchachos de San Francisco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario