Todas las mañanas salgo a pasear a un parque que tiene pocos árboles y mucho cemento justo enfrente de mi casa. Conozco a la perfección la raza y el nombre de todos los perros que se dan por allí un garbeo acompañando a sus dueños. Es curioso, pues me sé de memoria el nombre de los canes pero ignoro el nombre de la mayoría de los humanos.
Yo no tengo perro. Ya me gustaría, pero no lo tengo. Bajo puntualmente para escoltar a mi abuelo, que con paso cansino parece descubrir de nuevo cada día el parque. Ayer se detuvo delante de los columpios, inmóviles porque hasta los niños del barrio están de vacaciones o en las piscinas. ¿Qué pensaría el abuelo?. Mi madre dice que no piensa, porque se le han ido borrando de la mente la mayoría de sus recuerdos.
El otro día leí datos sobre la prevalencia de la demencia senil, que afecta aproximadamente al 10% de los ancianos con edades comprendidas entre los 80 y los 85 años; este porcentaje se dispara al 23% en los mayores de esa edad. Hay quien sostiene la teoría que todos desarrollaremos una demencia de este tipo si vivimos lo suficiente.
Mientras el abuelo se entretiene observando cómo brota el agua de los caños de la fuente comienzo a ejercitar mi memoria: "Samy" - boxer, "Luckys" - lulú de Pomerania, "Merlin" - schnauzer gigante, "Coco" - Scotish Terrier, "Astur" - caniche, "Nico" - golden retriever, "Rocky" - mestizo....
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